El amor no lo es todo; el respeto puede ser aún más importante
Lo que necesitas no es solo amor. El respeto es crucial en tu relación con
pareja e hijos.
Si alguien me preguntara si mis padres me querían, tendría que pararme a
pensar.
En la familia en la que crecí, el término amor solo se
usaba como fórmula de despedida en cartas amistosas. Casi nunca se decía en
alto y tampoco es que nos abrazásemos ni nos besásemos mucho.
Cuando me fui de casa, fue bastante complicado para mí descubrir otras
formas de hacer diferentes. En algunas de ellas, la gente solía abrazarse y
besarse cuando se saludaba o despedía, independientemente de que se quisiesen o
no. Aún me sigue costando en la actualidad.
Los elogios, considerados a veces como una muestra de amor, también eran
casi inexistentes en mi familia. Esa moda de alimentar la autoestima no había
comenzado aún, por suerte. Y si lo había hecho, mis padres no lo sabían o no la
aprobaban.
Que mis padres nos dijeran a mí o a mis hermanos que éramos maravillosos,
listos o especiales, habría sido muy impropio de ellos. Y más aún presumir de
nosotros. De hecho, creo que mi madre tenía intuitivamente una percepción
bastante fuerte del valor de la humildad y los peligros que acompañan al
orgullo.
A ella no le importaban las notas que sacásemos en el colegio. De hecho,
las veía como algo irrelevante para la vida real. Si yo llegaba alardeando de
una nota que había sacado (lo que recuerdo haber hecho una o dos veces en mi
vida), ella, sutilmente, me ponía los pies en la tierra preguntándome algo
sobre esa misma asignatura y no sabía. De esa forma, me daba cuenta de lo poco
que entendía del tema.
Así que, volviendo al tema en cuestión: ¿mis padres me querían?, ¿qué es el
amor?
El amor es un término con un valor positivo que usamos para las cosas a las
que nos sentimos unidos y por las que sentimos aprecio. Podemos amar a la
humanidad, a nuestro país, a nuestro perro, el dinero, la ropa, un coche, a
nosotros mismos, a nuestra pareja, a nuestros hijos y mil cosas más.
Yo no sabría decir lo unidos que se sentían mi madre y mi padre. De
cualquier modo, me alegro de que no se sintiesen tan unidos como para que les
costase perderme de vista. Desde luego, ellos se preocupaban por mí y parecía
que disfrutaban de mi compañía, por lo que sí, supongo que me querían.
Sin embargo, lo que más sentí por parte de mis padres, y por lo que les
estoy más agradecido, es por el respeto.
Cuando se me ocurría una idea o les preguntaba algo, se lo tomaban muy en
serio. Y como fruto de ese respeto, confiaban en mí. Incluso cuando éramos
pequeños, creían que mis hermanos y yo teníamos buen juicio y que no
necesitábamos que nos vigilaran o que nos dijeran qué hacer, simplemente nos
enseñaban a hacerlo. Y dado que ellos me respetaban, para mí, fue muy fácil
respetarlos a ellos.
También es verdad que tanto mis hermanos como yo empezamos nuestra vida
laboral a muy corta edad.
Nunca fueron de dar consejos que no se les pedía. Esto propició, que,
cuando los necesitaba, me sentía capaz de pedírselos.
Por otro lado, creo que fue la propia convicción de mis padres acerca de
que éramos unos chicos responsables y en los que se podía confiar, la que
propició que eso mismo se convirtiera en realidad, que nos convirtiésemos en
chicos responsables.
Yo mismo he comprobado que, en otras familias, una convicción opuesta a la
de mis padres tenía, por consecuencia, un resultado opuesto al que nosotros
vivimos.
He visto niños muy, muy queridos por sus padres (se veía claramente en sus
muestras de afecto y cariño), pero que no eran muy respetados. Sus padres
estaban tan apegados a ellos que no les daban libertad y, por ello, prestaban
muy poca atención a sus necesidades reales o a sus deseos. Hablaban a sus hijos
como si fueran bebés, como si su corta estatura significara que fueran
estúpidos. Sin embargo, contradictoriamente, a veces les decían lo listos que
eran.
Por supuesto, en cualquier debate de esta tesitura, de algún modo se juega
con la semántica. Quizás, algunas personas definen el amor de tal forma que
este incluya al respeto, a la capacidad de dar alas al ser querido. En ese
caso, debo mostrarme totalmente de acuerdo con estas personas y admitir que el
amor es lo más importante que existe.
Sin embargo, si el amor se define de tal manera que pueda existir sin
respeto o el respeto sin amor, para mí, la felicidad se encontraría en una
combinación de ambas cosas, aunque, si yo tuviera que elegir, elegiría el
respeto.
En mi opinión, comparar las relaciones paternas filiales con las conyugales
es muy útil. En ambas, el respeto es absolutamente esencial para que la
relación funcione. El amor sin respeto es muy peligroso, ya que puede destrozar
a la otra persona (a veces, literalmente).
Respetar es comprender que la otra persona no eres tú, ni una prolongación
de ti, ni tu reflejo, ni tu juguete, ni tu mascota, ni tu objeto. En una
relación con respeto, tu deber es aceptar a la otra persona como alguien único,
aprender a hacer que tus necesidades encajen con las suyas y ayudarla a
conseguir lo que quiere. No se trata de controlar a la otra persona o intentar
cambiarla en la dirección que tú querrías.
Creo que este concepto es válido tanto para las relaciones paternas
filiales, como para las conyugales.
El amor hace que la felicidad brote en ambos tipos de relaciones, pero solo
si se conjuga con el respeto. El amor trae consigo alegría y crea vínculos
emocionales que ayudan a sobrellevar las malas rachas en las relaciones. De
hecho, el sentimiento de apego del amor es más valioso en la relación con
nuestras parejas que en la que tenemos con nuestros hijos, ya que, en
principio, el matrimonio es para toda la vida.
Mis hijos han hecho su vida y yo tuve que estar preparado para ello desde
el principio. Sin embargo, mi mujer y yo estaremos juntos hasta que la muerte
nos separe. Yo puedo hablar de mi mujer como mi media naranja, pero
referirme así a mis hijos sería raro.
Nuestros hijos, sin embargo, ni nos ven, ni deberían vernos como una parte
de ellos. Ellos tienen que hacer su vida, continuar hacia un destino del que
nunca seremos parte. Porque si los vemos como parte de nosotros, nos quedaremos
hechos trizas cuando se vayan.
Lo que tú, tu pareja o hijos necesitáis no es solo amor. Todos necesitamos
respeto, especialmente de aquellos que consideramos más cercanos y unidos a
nosotros.