Puede considerarse la alegría como un estado anímico. Cuando una persona tiene alegría, se
siente plena ya que vive un momento agradable o placentero. Por eso puede
decirse que los seres humanos
desarrollan una tendencia a realizar aquello que, de una forma u otra, les
provoca alegría. Esto también puede apreciarse en los animales.
Tener la posibilidad de compartir de una
cena en familia, por citar un caso, puede darle alegría a un padre. Dicha acción genera bienestar por sí sola. Trabajar ocho horas por
día, en cambio, puede resultar tedioso o agobiante, aunque si dicho trabajo
brinda la posibilidad de gozar de una buena posición económica, contar con el
empleo en cuestión también supondrá una alegría.
Un simpatizante del conjunto catalán
puede experimentar alegría si su equipo consigue el triunfo, o tristeza si
pierde.
Se ha demostrado que la alegría tiene efectos positivos para la salud. Cuando un individuo se siente feliz, el cerebro
libera endorfina, una hormona que incrementa la fortaleza del organismo y
minimiza los dolores.
El estrés también es una de las condiciones que se oponen a la
alegría y que, por lo tanto, nos vuelve más débiles e intensifica los dolores.
En otras palabras, la alegría es algo que debemos
perseguir y procurarnos a cada paso, en lugar de esperarla de forma
pasiva. Se trata de un compromiso con nosotros mismos que nunca deberíamos
desatender, ya que las ventajas de estar alegre son innegables y también
afectan a los que nos rodean: la alegría nos vuelve más productivos, ya que nos
pone en un estado en el cual la vida
parece tener más sentido, de manera que nuestros objetivos son más
prometedores.
Puerto de la Cruz, a 24 de Abril de 2018.
Miguel
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