Querida vida:
Cuando digo que nada puede ir peor es solo una
pregunta, no un desafío. Tienes una gran habilidad
para complicarme la existencia, reconócelo.
De todas formas, te lo agradezco, tu dureza me ha
enseñado a no rendirme. Gracias a ti he podido
demostrarme lo fuerte que soy. Nunca hubiese aprendido tanto
como en la adversidad. Cuanto más me dolía, cuanto más miedo sentía, cuanto más
débil creía ser, más fuerte me hacía…
Parece que hay momentos en los que todo se da la
vuelta y se rebela en tu contra. Eso te rompe y hay algo que grita de impotencia
en tu interior. Desde luego, es complicado recomponerse cuando es el mundo
el que te ha fallado, cuando te sientes solo o cuando crees que nada puede
ir peor.
Entonces empiezas
a acunarte en tu poder de aceptación y de cambio. Tu bienestar está dentro de
ti y solo dependes de un amor que no ofrece resistencia, el amor propio. Sabes
que no tiene sentido seguir presionándote y que la vida merece la pena con sus
más y con sus menos.
Y,
finalmente, te honras. Porque sabes que la superación es la llave de tu éxito,
que el poder de la impotencia no te ha doblegado y que si tu mente ha resistido
esto, podrás con todo lo que se te ponga por delante.
La historia de las
dos ranas, un ejemplo de resistencia
Una vez, dos ranas que cayeron
en un recipiente de crema y sintieron que se hundían. Era
complicado nadar o flotar mucho tiempo en aquella masa espesa como
arenas movedizas.
Al principio, las dos patalearon en la crema para
llegar al borde del recipiente y solo conseguían chapotear en el mismo lugar y
hundirse. Cada vez era más difícil salir a la
superficie y respirar. Una de ellas dijo en voz alta:
–No puedo más. Es imposible salir y, ya que voy a morir, no veo
para que prolongar este dolor. No tiene sentido morir agotada por un esfuerzo
estéril.
Y dicho esto, dejo de patalear y se hundió
con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.
La otra rana, más resistente o quizás más tozuda, se dijo:
–Es muy difícil avanzar en esta cosa, pero seguiré intentando a ver si encuentro el camino adecuado. No
me daré por vencida, lucharé hasta mi último aliento, todo el tiempo que sea
necesario y que pueda soportar.
Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el
mismo lugar, sin avanzar un centímetro. Horas y horas. Y, de pronto, de tanto
patalear y agitar, agitar y patalear… La crema se transformó en
manteca.
La rana sorprendida dio un salto y, patinando, llegó
hasta el borde del recipiente; desde allí, se fue croando
alegremente de regreso a casa.
Nunca
debemos rendirnos. Siempre hay una posibilidad de salir a flote aunque nos parezca descabellada o no la contemplemos.
De hecho, las situaciones adversas suelen sorprendernos por su capacidad para
hacernos mirar la situación desde diferentes perspectivas.
No te rindas,
aunque el frío queme…
“No te rindas, aún estás a tiempo de
alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los
escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor, no cedas, aunque
el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el
viento. Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el
deseo, porque lo has querido y porque te quiero, porque existe el vino y el
amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas, quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron, vivir la vida y aceptar el reto.
Recuperar la risa, ensayar un canto, bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos.
(…)
Porque cada día es un comienzo nuevo, porque
esta es la hora y el mejor momento, porque no estás solo, porque yo te quiero”.
-Mario Benedetti-
Sé fuerte. Da igual la situación que estés
atravesando. Sé
fuerte. Todo pasa, nada es permanente, todo es temporal. No hay mal que
cien años dure, tu vida mejorará. No te deprimas, pues
tú haces de tus días lo que quieres que sean.
Aprovéchalos. Vívelos. Sonríe, vence tus
temores. Llora si tienes que hacerlo, saca lo que llevas dentro. Pero jamás
decaigas, porque en esta vida no tendrás carga tan grande que no puedas
soportar.
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