¿Se esconde
en algunos de nosotros una bomba de tiempo a la espera de ser activada? Eso
parece decir la genética. El llamado ‘Gen del Guerrero’ haría que algunas
personas tuvieran una predisposición programada a comportamientos violentos.
Según esta
teoría, el gen se ubica en el cromosoma X y es el encargado de producir la
enzima MO-A (monoamino oxidasa), que
sirve para degradar neurotransmisores como la serotonina, la
epinefrina (adrenalina) y la dopamina. Si su nivel es bajo (MAOA-L), el cerebro
queda saturado de neuroquímicos de una manera que induce a la agresión o impulsividad.
El primer
estudio al respecto lo realizó el genetista Hans Brunner, en 1993, cuando las mujeres
de una familia holandesa buscaron una explicación científica de porqué 14 de
sus parientes masculinos habían cometido distintos tipos de crímenes. Resultó
que todos ellos tenían la MAOA-L.
Pero no es
el único gen asociado a la ‘maldad’. Distintos estudios realizados sobre todo
en la década de 1960 han demostrado que las personas que están en prisión
tienen una mayor tendencia a tener el cromosoma XYY − también llamado síndrome del superhombre−.
La teoría
sostiene que un varón con esta anomalía en los cromosomas sexuales posee seis veces más posibilidad de acabar preso que otro que no lo tiene. Incluso esto podría
trasladarse a los rasgos faciales, tal y como los sostuvo Cesare Lombroso, el
padre de la antropología forense, que creía que se podía detectar en el rostro a un potencial criminal-
Esto no
termina acá. Investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén publicaron en
la revista Genes, Brain and Behaviour que descubrieron que tener el gen AVPR1 más corto genera una tendencia a ser
más egoístas. Este gen es el responsable de generar una hormona llamada
vasopresina, que se asocia a la creación de vínculos sociales y afectivos, y al
altruismo. Su carencia estaría asociada a sentir menos placer ante una buena
acción, como es repartir la riqueza con quien no la tiene. De allí que el
director de la investigación, Richard Ebstein, sostenga que dictadores como
Adolf Hitler, Benito Mussolini o Mobutu Sese Seko habrían tenido su gen AVRP1
más corto.
Sin embargo,
esta concepción plantea un dilema moral. Ya que si partimos de que el crimen es
una conducta innata marcada en nuestro ADN, esa persona no es condenable en el
sentido tradicional del término. Hizo lo que estaba destinada a hacer según su
programación genética.
Lo que no
hay que perder de vista es que se puede dar una cierta tendencia, pero tiene
que haber otros factores para que esa persona pueda llegar a ser un criminal.
Si el entorno social y familiar no ayuda, la maquinaria del ‘gen de la maldad’
puede ponerse en marcha. De lo contrario, no.
Para que triunfe el mal, sólo es
necesario que los buenos no hagan nada.
Las almas ruines sólo se dejan
conquistar con presentes.
Es extraña la ligereza con que los
malvados creen que todo les saldrá bien.
Quien con monstruos lucha cuide de
convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a un
abismo, el abismo también mira dentro de ti.
Puerto de la Cruz,13 de octubre 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario