Mirador del Lance donde una espectacular escultura de bronce del Mencey
Bentor nos da la bienvenida. El Mencey Bentor (lider guanche viendo su
tierra invadida y resquebrajada a base de traiciones y falsos pactos por
parte de Fernández de Lugo, se despeñó desde estos riscos.
Este mirador, situado a 700 metros de altitud, es uno de los balcones
más bellos con los que cuenta la isla de Tenerife. Desde el mismo se
puede contemplar una hermosa estampa del valle de La Orotava.
Mencey Bentor, un mártir víctima de España
CUALQUIER
relato leído u oído sobre el holocausto de los guanches es desgarrador,
y lágrimas de sangre y de rabia brotan y resbalan por los rostros de
los canarios con corazón, de los patriotas. No se concibe que haya un
solo hijo nacido en esta tierra o que haya conocido las tropelías
cometidas por los invasores españoles durante la conquista de estas
Islas, que duró cien años, que aún se declare o se sienta españolista o
amante de la hispanidad. Es decir, amante de los españoles -muy dignos
en su continente en aquel tiempo- que arrasaron las vidas, se quedaron
con las tierras y aún nos siguen explotando al cabo de casi seis siglos
de oprobiosa dominación.
***
Bentor o Ventor. ¿Qué canario, qué
tinerfeño, qué hijo del país no habrá oído o leído la angustia y la
desesperación de este hombre guanche, de este hijo de la idílica tierra
canaria que dicen que poseía una jerarquía de mando y de familia bien
organizada; de este hombre que tenía cuerpo de hombre y alma de Dios.
Seis siglos después sus verdugos siguen dominando con otras fuerzas y
arrasando su tierra con nuevos métodos, ahora políticos.
El Mencey Bentor, portador de espíritu, de
dignidad, de valentía, de amor por su trabajo y su familia y por sus
labrantíos, desesperado porque perdía en la defensa de los suyos y de su
tierra que había sido totalmente invadida, dominada y robada por unos
extraños, unos intrusos malvados, ambiciosos a pesar de la nobleza de
los guanches, este Mencey, este hombre decidió arrojarse por un
precipicio del norte de Tenerife, de la zona de Los Realejos, allá por
donde aún llaman Tigaiga, por el sitio hoy denominado mirador del Lance.
Y ahí, hoy, una escultora cuyo nombre no recuerdo en este instante,
creo que de apellido León, lo inmortalizó en bronce y con la expresión
de toda su virilidad y valentía.
Era hijo del Mencey de Taoro llamado
Bencomo, dicen los historiadores, y fue por una ladera de Tigaiga, nos
recuerdan, por donde se suicidó lanzándose al vacío de forma desesperada
y siguiendo el ritual de su época. Los historiadores aseguran que su
muerte fue el remate del holocausto y calculado genocidio del pueblo
guanche cometido por las tropas regulares mercenarias de España, que
vinieron a asesinar a nuestros antepasados, a nuestros padres para robar
sus tierras, rebuscando para encontrar minas, joyas y piedras
preciosas, pero como no las hallaron, con la esclavitud y la venta de
los nativos quisieron y lograron cubrir esos tesoros que no encontraron
aquí. Por su egoísmo y su afán de rapiña, la propia reconocida y real
historia de los menceyes aún nos habla de la estructura jerárquica y
familiar que poseía el pueblo guanche, ese pueblo que vivía
pacíficamente labrando sus tierras y amando a su familia; las tierras de
su país nación; pastoreando, mariscando y cuidando al tiempo de lo suyo
y de los suyos, de sus hijos. Es decir, practicando las nobles virtudes
de un pueblo que vivía en armonía pero que cruelmente, de forma vil,
fue vencido por la fuerza del metal de las picas, de las corazas y de la
pólvora, con la saña y la ruindad que caracterizó al pueblo español aún
medieval de aquellos tiempos. El pueblo español en sí allá en Europa
era digno y de alta cultura y nobleza, pero sufrió los desmanes y
absolutismos de los monarcas de aquel tiempo, éstos sí verdaderos jefes
tribales que querían conformar un solo estado sobre varias naciones,
"reinos de taifas" que constituían de norte a sur y de este a oeste los
levantiscos y soberbios de Castilla, León, Extremadura, Aragón, Navarra,
Andalucía? La actitud de Bentor nos hace llorar aún con esas lágrimas
que decimos y sufrir indignación e inquietud; lágrimas por su sacrificio
ante la impotencia con que observaba el exterminio de su pueblo en
nombre del crucifijo y la fortaleza de los metales; la inquietud y pasmo
con que hoy mantenemos aún a los conquistadores de entonces dominando
nuestra tierra. Lágrimas por lo que sabía que dejaba atrás, que perdían
sus hermanos; tierras, hijos, familias, compatriotas, trabajo. Mas la
desesperación y la dignidad y la nobleza ante el invasor indigno, forzó a
Bentor a no entregarse vivo al infame. Pudieron más su desesperación,
el amor a su tierra y a su pueblo; y pudo más la atracción del vacío.
Los choques contra las rocas que mantenían limpias las lluvias de los
cielos se tiñeron de rojo, y hoy los canarios queremos que vuelvan a
lucir como entonces, como las vio Bentor. Lloramos su desgracia, la del
pueblo guanche y la vergüenza que hoy nos provocan cuantos se declaran
españolistas o amantes de la españolidad, admiradores de aquellas
crueldades y despojos, de los que vinieron a quitarnos lo que era
nuestro y a matar a los nuestros. Hoy sí que han encontrado las minas
que entonces no hallaron y que compensaron vendiendo a hombres, mujeres y
niños. Todo eso que hoy se llama impuestos, agencia tributaria, todo
eso son bienes producidos en Canarias y repartidos en la península
española y en Europa, allá en el lejano continente.
Bentor es un ejemplo tal vez el más
relevante y puro de la dignidad de aquel pueblo, que porque Dios quiso
no fue masacrado del todo y del que hoy procedemos los que exigimos su
, su dignidad
y su identidad,
que nunca perdieron y que deseamos recobrar como propias. Bentor, como
todos los guanches de figuras bien conformadas, era alto, dicen, fuerte,
robusto de naturaleza sana y pura roca canaria, que se cubría con
tamarcos y otras prendas que no llegaban a ocultar su fortaleza
corpórea, y porte y dignidad.
Loor a los guanches, loor a Bentor. Que su
sacrificio sea la redención, la liberación, que hoy estamos pidiendo
para todo el pueblo canario, liberación consistente en la desaparición
de España de este archipiélago propiedad de los guanches y hoy de sus
descendientes que somos todos los que vivimos, ius sanguini ius solis.
Y que volvamos a ser los propietarios y el poder de nuestra tierra, de
nuestros bienes, de nuestras leyes y de una administración acorde con la
de los países civilizados, una administración de manos limpias, de
listas abiertas, de justicia justa y decente. En fin, dueños de nosotros
mismos, sucesores de nuestros padres los guanches. Herederos del
sacrificio de Bentor.
José Rodríguez Ramírez
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