martes, 20 de diciembre de 2016

LA VERDAD DE LA VIDA EN LA TIERRA





LA VERDAD DE LA VIDA EN LA TIERRA


Voy a contarte la verdad de la vida en la Tierra. Pero no te va a gustar.
No te va a gustar porque tú ya conoces esa verdad pero has decidido olvidarla. Te has empeñado en no recordarla. Así que vas a poner excusas para no oírla, para evitarla y dejarla en el olvido. Es esta:
No tienes derecho a ser infeliz – nunca.
Pero tú crees que sí. Así que en tu ignorancia vives íntima y voluntariamente infeliz, has convertido a la infelicidad en tu compañera de vida. Tú eres propenso a estar deprimido, taciturno, preocupado, resentido, frustrado, quejoso y malhumorado en cualquier momento. Nadie puede fiarse de que vayas a estar mucho tiempo sin ser infeliz. La infelicidad es más cercana y querida para ti que cualquier hombre, mujer o niño en tu vida. Así que normalmente se interpone entre tú y los demás, sumiendo incluso tus relaciones entrañables en desacuerdos y discusiones. No obstante, tú, inmutable, insistes en vivir tus peliagudas y problemáticas emociones, obligando a vivirlas también a los que están a tu alrededor, hasta que a ti te vuelva a apetecer ser agradable y simpático… hasta la próxima vez.
Y lo más terrible es que tú crees que esa es la forma natural de vida en la Tierra. Por eso toleras y excusas tus sórdidos modales infelices. Y con tu ejemplo contagias esta horrible enfermedad innatural a los niños. Mientras ocurre todo esto, tú crees que eres encantador y mereces ser más amado. Eres irresponsable. Deshonras la vida en la Tierra. Porque tú no amas la vida sino tu infelicidad.
¿Lo dudas? Entonces examinemos tu integridad.
La próxima vez que estés malhumorado, irritable, preocupado, de mala gana, impaciente o deprimido, ¿cambiarás inmediatamente, ahora, y vendrás a la vida? ¿O te aferrarás firmemente a tu infelicidad, esa cosa tan fea? ¿La defenderás? ¿Te dedicarás con firmeza a defender tu derecho a ser infeliz? ¿Lucharás por él? ¿Como quizás ahora te sientes inclinado a hacer? Si te aferras a algo que con tal devoción y lealtad es obvio que tienes que amarlo.
Tú has decidido olvidar que tu infelicidad es sólo tuya porque te conviene. Pero tú eres el único responsable de ella, es tu contribución personal a la infelicidad en la Tierra. Sólo puede vivir en ti mientras seas lo suficientemente egoísta, inmaduro e insensible para mantenerla. Nadie puede librarse de ella por ti. Nadie más quiere tu infelicidad, sólo tú.
¿Entonces por qué eres deshonesto contigo mismo?
¿Por qué finges quejándote cuando eres infeliz, si el que está causando la infelicidad, el que está aferrándose a ella todo el tiempo eres tú?
Ahora déjame que te recuerde el resto de la verdad de la vida en la Tierra.
Tú no tienes derecho a ser infeliz, nunca.
Porque la vida es buena.
La vida siempre es buena ahora. Deja que alguien te ponga un cojín sobre la cara, ahora, o cuando seas infeliz, y te darás cuenta. Si te dicen que tienes un cáncer y te queda un mes de vida, verás como cada problema, cada pedacito de patética infelicidad en tu vida de ahora, desaparece milagrosamente. Te darás cuenta instantáneamente de que la vida es buena. Y que es buena ahora, en este momento, en todo momento.
Te darás cuenta de que la vida no es ni ayer ni mañana, que no está en esa tierra soñada de infelicidad de pasado y futuro donde incubas y alimentas tu malhumor y tu resentimiento. El día que te mueras – que siempre está más cerca de lo que uno cree – tu único deseo será haber realizado la verdad de la vida.
¿Hay que obligarte a afrontar la muerte para que te des cuenta de que la vida es buena?
En los eventos no hay infelicidad.
Toda infelicidad está en ti – en tu apego al derecho a ser infeliz cuando las cosas cambian, que es como debe ser. Nadie escapa a los eventos de la vida. Pero tú, en tu ceguera de infelicidad, no alcanzas a ver que esos eventos traumáticos sólo existen para ayudarte a despertar y realizar la verdad de la vida. Ese es el propósito de vivir, que también has decidido olvidar.
Tú siempre tienes una buena excusa para justificar tu infelicidad. Siempre culpas a alguien o algo; pero nunca a ti mismo, el único que tiene la culpa. Si alguien te hace algo, la ira te consume. Si alguien te falla, te traiciona, te defrauda, tú te sientes amargado o abatido. Si tu amante o un ser querido se muere o te deja, si pierdes tu trabajo o tu dinero, te sientes desconsolado, perdido en el dolor.
Así es cómo vive la mayoría de la gente. Pero eso no es la vida. Vivir así, ignorando la verdad de la vida, tiene que resultar traumático y doloroso, porque todo aquello por lo que vives tiene que morir, cambiar o pasar – pero tú sigues manteniendo la esperanza de que eso no ocurra. Intentar vivir con tal desesperación, con tal insensatez, es infelicidad.
Tú no sólo estás viviendo. Eres la vida.
Eres la propia vida, personificada sobre la Tierra. Y además, detrás de las incesantes subidas y bajadas de la personalidad, eres vida todo el tiempo – no sólo una parte del tiempo. La vida no cambia ni fallece. La vida sigue. ¿Ha habido algún momento en el que tú no siguieras, que no hayas podido pasar incluso en la crisis más profunda? Por supuesto que no.
La vida es buena porque es verdad. Y lo es en todo momento – cuando renuncias al derecho a ser infeliz.
Renuncia a él ahora y eres libre.

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