Navidad o no: siempre es tiempo de reflexión
¿Por qué será que cuando llegan estas fechas todo el mundo quiere hacer un ejercicio de reflexión? ¡No! No es una crítica porque, nos guste o no admitirlo, todos lo hacemos y de manera recurrente cada mes de diciembre justo como hoy, faltando escasos días para la Navidad.
De todas las especies que pueblan la tierra, la nuestra es la única que tiene capacidad de reflexión y también de análisis (que no son iguales, aunque se use ambos términos de manera indistinta).
Obviamente no es correcto considerarlos términos equivalentes porque, cuando analizamos, estamos apelando a nuestro razonamiento y sentido crítico sobre las cosas y, en particular, las acciones que hemos realizado (cuando miramos retrospectivamente el año); la reflexión es más íntima, no necesariamente debe ser ajustada al milímetro con los criterios del pensamiento analítico que nos dice que 2 +2 es 4, sino con una gran dosis de emoción y sentimientos que subyacen en las “profundidades” de nuestro hemisferio derecho, el de la creatividad, los sentimientos y las emociones.
Reflexionar puede hacernos compartir parte del análisis crítico y analítico con el meramente emocional, porque la percepción que tenemos de las cosas y personas, especialmente de esos hechos y acciones que hemos llevado a cabo y que miramos por el espejo retrovisor del año que ya termina, nos permite encajar mejor lo malo y al mismo tiempo nos da impulso para potenciar lo bueno.
Así de simple.
Nuestra naturaleza tiende a excluirnos de cualquier sentimiento que nos haga sufrir.
De ahí que hay que saber vivir lo mejor posible con el arrepentimiento y dejarnos impulsar hacia todo lo que expresamente consideramos que nos hace sentir orgullosos, que nos da felicidad y alegría.
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