Una vida dependiente de los demás? Una vida entera. Con sus
más y sus menos.
Con sus motivos y sus sin razones.
Siempre esperando los
actos de nuestros padres.
¿Cuánto cuestan las equivocaciones y los esfuerzos? Las lágrimas.
Las sonrisas. Los gemidos. Las gotas de sudor que ni se ven ni huelen ni saben
a nada porque nadie las percibió nunca.
¿Cuál es el precio de la desesperanza y de los fracasos? De
lo que no será y de lo que fue y no volverá a ser nunca.
¿Y del éxito? ¿Existe en realidad o es sólo un invento para
mantenernos entretenidos y soñando? Por
cierto, ¿Qué valía tienen para el mundo invisible las noches de insomnio?
¿Y los días de insomnio?
¿Cuánto cuesta redescubrirse? Tener la valentía de mirar
cada mañana al espejo a los ojos y asumir que no te gusta lo que ves, pero que
es lo que hay. O no. Porque quizá no sea lo que hay sino simplemente lo que te
has buscado ser. Lo que te mereces.
Me refiero al valor necesario para asumir que se ha tocado
fondo. Que sólo queda reinventarse y mirar hacia arriba. Que bajo nuestros pies
no hay nada más. Las equivocaciones esta y no se pueden remediar ni amortiguar.
Que el único camino es el de conseguir despegarte del asfalto recién vertido
como una cinta adhesiva pringosa y repugnante.
¿Cuánto cuesta una vida cuando se ha vivido más de lo que se
esperaba?
Cuando los años han volado a ras del cielo. Cuanto se ha
perdido, encontrado y vuelto a perder para siempre lo único importante que se
ha tenido.
¿Cuánto cuesta lo que no se tiene? ¿Y lo que se tuvo? ¿Cuánto
cuesta la memoria y el olvido?
El adiós y hasta siempre.
He querido y me han querido. He odiado y me han odiado.
Me he dormido con la cabeza encharcada de dudas y he
despertado, dándome cuenta que solo existo en lo que ya no tengo.
Quizá tú sí que puedas exprimir lo poco que queda de mí.
Disfrutarme. Sentirme. Lamer mis recuerdos. Asesinarme y resucitarme cada vez
que me venga en gana
¿Quizás te decepcione, pero nunca te voy a engañar. Te lo
prometo. Y eso, hoy en día, es más de lo que muchos pueden ofrecer.
¿Qué busco yo, te preguntaras? Pues simplemente una mujer
que tenga los labios a la altura de mis labios y la boca a la altura del deseo.
Que sonría con los ojos y me lea en la mirada. Que no oculte
ni se oculte. Que sepa a vino y a noche por descubrir. Que no guarde el morbo
en los cajones. Que su falda no se arrugue y sus piernas no se escondan. Que no
se rinda. Que confíe. Que me espere. Que me escuche por capítulos y me hable
sin silencios.
Que todas las cenas sean con carne y todas las sobremesas en
terraza. Que no finja. Que sueñe con libros sorprendentes y viajes inesperados.
Que la vida vuelva a ser un paraíso inquietante y las tardes
sin relojes- Que no se agote el saldo de los besos ni las ganas de nosotros.
Que seamos infinitos e infinito sea el tiempo en que nos olvidemos de llorar.
Mientras, me estoy perdiendo la vida porque solo quiero
vivirla contigo.
Yo y mis nostalgias. Prometo hacerte tan infeliz como
necesites serlo. Al fin y al cabo, esa dosis de miseria es la que nos hace
buscar puertas. Ventanas.
Nuevos espacios donde ser mejores.
Aprovéchate hoy de mí porque hoy mi lengua es todas las
lenguas del mundo. Hoy mi boca se ha desperezado a la altura de tú sexo. Sin
almohadas. Sin tristezas. Para emborracharse de alegrías. Para sentir. Hoy es
un gran día para llenarnos de sudor y explorarnos con las ganas de nosotros.
Hoy es un gran día para regalarnos la saliva. Hoy es un gran
día para convertir esta cama en
equilibrio y este suelo en recompensa.
Para reconstruirnos en cada embestida. Para abrazarnos y
abrasarnos. Para escuchar nuestros pensamientos. Para hacer las altas pasiones.
Para quitarnos las viejas nostalgias.
Para devorarnos y ser libres, Para agotar y ensordecer el
hastío con la piel y los gemidos
Te prometo hacerte tan feliz como necesites serlo.
Puerto de la Cruz a 02 de mayo de 2015
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