Diez grandes pintores que sufrieron problemas mentales
Algunos como Vincent Van Gogh dedicaron toda su vida a la pintura, incluso su enfermedad desarolló su creación. Otros como Adolf Wölfli comenzaron a pintar en un centro psiquiátrico
Día 17/07/2012 - 12.57h
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Repasamos
diez grandes artistas que sufrieron problemas mentales. Algunos de
ellos dedicaron toda su vida a la pintura. Otros, representantes de la
corriente artística del «art brut o arte marginal», comenzaron a pintar en centros psiquiátricos, a raíz de su enfermedad mental. [Fotogalería: Diez grandes pintores que sufrieron problemas mentales].
1. Vincent Van Gogh (1853-1890)
El
artista holandés, uno de los más cotizados a nivel mundial, no vendió
ni un sólo cuadro durante su vida; ya que además de ser un desconocido,
estuvo rechazado por la sociedad de su tiempo. «Yo no tengo la culpa de
que mis cuadros no se vendan, pero llegará el día en en que la gente se
dará cuenta de que tienen más valor de lo que cuestan las pinturas»,
expresó Van Gogh.
La esquizofrenia puede repercutir en los pintores aficionados o profesionales, de dos formas: anulando o estimulando la expresión artística.
Vincent Van Gogh durante parte de su vida sufrió una enfermedad maníaco-depresiva. Este trastorno bipolar iba
acompañado de alucinaciones, tanto de voces como de visiones; y de una
epilepsia psicomotora caracterizada por un estado de confusión y
amnesia. Pero durante la irrupción de la psicosis, su capacidad creadora
se desarrolló tanto cuantitativamente como cualitativamente.
De hecho, algunos de sus cuadros más famosos los pintó cuando estaba en la fase más aguda de su enfermedad, cuando estuvo internado en el manicomio de Saint-Rémy.
Recomendación cinematográfica sobre la vida de Vicent Van Gogh: «El loco el pelo rojo» de Vicente Minelli (1956).
2. Séraphine Louis (1864-1942)
También conocida como Séraphine de Senlis.
Su vida sigue siendo una desconocida. Es huérfana desde los 7 años.
Algunos de sus rasgos característicos son su discreción y timidez; no
hablaba con nadie. Dedicó su vida al trabajo, primero como pastora,
después a servir, tanto en casas de la burguesía como en un convento de
monjas. Esta francesa comenzó a pintar a los 42 años,
aunque nadie sabe ni cómo ni por qué; ya que no tenía ninguna formación
académica. Su obra se compara con la de Vicent Van Gogh, pero no parece
que haya recibido ninguna influencia de ningún pintor, por lo que se
muestra única en su género.
En 1912, el coleccionista alemán Wilhelm Uhde –descubridor de Picasso, Braque y Rosseau– se fijó en Séraphine durante su estancia en Senlis. Durante unos años, Séraphine se convirtió en la artista naïf del momento,
sus obras se dieron a conocer en la capital francesa y en los círculos
vanguardistas. Pero Uhde fue perseguido por la Gestapo y, debido a la
Gran Depresión, dejó de comprar sus pinturas.
Séraphine
cayó en en la miseria y en el olvido. En 1932 la invadió la locura, y
pasó los últimos diez años de su vida en un hospital psiquiátrico de
Francia por psicosis. Desde entonces, su obra se sumió en la oscuridad, dejó de pintar. En 1942 muere de hambre en el psiquiátrico de Clermont, en la zona ocupada por los alemanes durante la II Guerra Mundial. Fue enterrada entre los anónimos, en una fosa común.
Recomendación cinematográfica: «Séraphine» de Martin Provost (2008), ganadora de 7 premios César, entre ellos mejor película y mejor actriz (Yolande Moreau).
3. Edvard Munch (1863-1944)
Se ha dicho que este pintor expresionista noruego padecía esquizofrenia, pero al parecer no la tuvo sino que le diagnosticaron depresión caracterizada por su introversión;
por los excesos alcohólicos, y por la continua relación con la
enfermedad y la muerte, ya que su hermana Sophie y su madre se murieron
de tuberculosis, y su hermana Laura estuvo ingresada y murió en un
centro psiquiátrico porque tenía esquizofrenia.
«Enfermedad,
muerte y locura fueron los ángeles negros que velaron mi cuna y, desde
entonces, me han perseguido durante toda mi vida», expresó Munch a lo
largo de su vida.
La obra más célebre del pintor noruego es «El grito». Edvard Munch explicó
cómo la creó: «Estaba caminando por un camino con ambos amigos. Se puso
el sol. Sentí un ataque de melancolía. De pronto el cielo se puso rojo
como la sangre. Me detuve y me apoye en una barandilla muerto de
cansancio y mire las nubes llameantes que colgaban como sangre, como una
espada sobre el fiordo azul-negro y la ciudad. Mis amigos continuaron
caminando. Me quedé allí temblando de miedo y sentí que un grito agudo
interminable penetraba la naturaleza».
Recomendación cinematográfica: «Edvard Munch» del director inglés, Peter Watkins (1974).
4. Adolf Wölfli (1864-1930)
Este pintor, escritor, poeta y compositor suizo está considerado como uno de los máximos exponentes del «arte marginal» o «art brut»,
corriente artística en la que las obras están realizadas por enfermos
mentales ingresados en hospitales psiquiátricos que nunca han recibido
ninguna noción artística. Este concepto es acuñado por el famoso
escultor y pintor francés del siglo XX, Jean Dubuffet (1901-1985), que comenzó a coleccionar este tipo de obras y a divulgarlas.
Wölfli tuvo una infancia traumática,
fue víctima de abusos sexuales, y a los diez años se quedó huérfano.
Pasó un año en la cárcel por estar acusado de abusar de menores. Y tras
su liberación, por su psicosis y sus alucinaciones fue
internado en un psiquiátrico hasta su muerte. Desde ese momento comenzó
a pintar. Sus obras son geométricas, cercanas al arte tribal y
recargadas de detalles hasta un horror vacui («miedo al vacío»).
El psiquiatra e historiador del arte alemán Hans Prinzhorn (1886-1933) fue el primero en valorar el arte de los desconocidos enfermos mentales. En 1919 encargó a Karl Wilmanns, director de la Clínica Psiquiátrica de Heidelberg, crear un «Museo de arte patológico».
Se recogieron 5.000 obras procedentes de 450 internos de distintos
centros de Alemania y de otros países. A Prinzhorn también se le conoce
por publicar el libro «El arte de los enfermos mentales» en el que intenta analizar los dibujos de los internos tanto a nivel psicológico como estético. Puedes ver su colección en el Museo Prinzhorn en Heidelberg (Alemania).
5. Josef Förster
Como emblema de la Colección de Prinzhorn, se eligió la única obra de Josef Förster,
enfermo mental, nacido en 1878, que vivió en un centro psiquiátrico en
Ratisbona. Su única obra (1916) es modernista con estilo expresionista.
Está compuesta de una figura masculina suspendida en el aire mientras
sujeta con las manos unos largos zancos con el rostro cubierto.
Representa a un hombre que ha perdido su propio peso y su comunicación
con el mundo debido a la enfermedad, y, por ello, tiene que proveerse de
gravedad artificial.
En la parte derecha de la imagen, Förster explica su obra:
«Esto debe representar que, cuando uno no tiene ningún peso corporal
que tenga que cargar, puede ir, entonces, a gran velocidad por el aire».
6. Josef Grebing (1879-1940)
Este
hombre de negocios de Magdeburgo (Alemania) se vio sorprendido por su
enfermedad mental. En sus libros antiguos de contabilidad expresaba sus
dibujos, tablas con extraños elementos, calendario y enigmáticos
listados con números. Sus obras –también recogidas en la Colección de Prinzhorn– buscaban el orden y la armonía. Su lógica ordenada conduce al absurdo.
Los nacionalsocialistas alemanes denominaron a estas obras, que fueron expuestas entre 1937 y 1941, como «arte degenerado». Incluso, los nazis quemaron en 1939 más de 4.000 obras de la Colección Prinzhorn y exterminaron a multitud de enfermos mentales de centros psiquiátricos.
Sin embargo, para los surrealistas,
que incluso visitaban los centros psiquiátricos, fue una gran fuente de
inspiración en sus obras; eran como la «Biblia». Tanto es así, que la
colección de Prinzhorn influyó en máximos exponentes del arte como Salvador Dalí, Pablo Picasso o Max Ernst.
El escritor y teórico surrealista francés André Bretón quería descubrir los sentimientos más profundos de estos seres humanos. Para ello, junto con Jean Paulhan, creó en 1948 la compañía del Arte Bruto en París; lo que hizo fue adaptar la técnica de Sigmund Freud, «la interpretación de los sueños».
7. Aloïse Corbaz (1886-1964)
La suiza Aloïse Corbaz emigró a Alemania con 25 años para trabajar como institutriz particular. Pronto fue contratada como educadora infantil por Guillermo II,
el último emperador alemán con el que viviría en el castillo de
Postdam. Esta artista marginal se enamoró locamente del káiser, tanto es
así, que le escribía poemas. En 1914, cuando se produjo la declaración
de guerra, volvió a Lausanne con su familia. En 1918 le diagnosticaron
esquizofrenia; desde ese año estuvo en un centro psiquiátrico donde
comenzó a pintar hasta el último día de su muerte.
Los soportes en los que pintaba eran muy variados y aprovechables,
desde papeles que recogía en el baño, hasta tela, páginas de revistas o
cajas de cartón. Su obra es erótica, colorida, recargada y
extravagante. En ella se recogen multitud de figuras humanas sobre todo,
de mujeres con curvas y pelucas flotantes.
8. Martín Ramírez (1895-1963)
Este pintor autodidacta mexicano pasó
las últimas tres décadas de su vida recluido, en silencio, en un centro
psiquiátrico en el norte de California. En 1930 le diagnosticaron
esquizofrenia, depresión aguda, catatonia y psicosis. Fue entonces
cuando comenzó a pintar de manera habitual.
Sus dibujos se caracterizan por la inventiva gráfica, la manipulación espacial (obsesionado
por las puertas, arcos, los espacios vacíos) y la mezcla de la cultura
popular mexicana con la experiencia del artista.
Martín Ramírez está considerado, por su originalidad, como uno de los mejores pintores autodidactas del siglo XX.
9. Louis Wain (1860-1939)
No todos los enfermos mentales proceden del «arte bruto» hay algunos que tienen formación artística y durante la enfermedad, en sus obras, se ha visto un proceso.
Es el caso de Louis Wain,
más conocido como el pintor de los gatos. A lo largo de su vida los
pintó antropomórficos, de todas las formas, expresiones, tamaños y
colores.
A los 57 años, le detectaron esquizofrenia progresiva y autismo. Los últimos 15 años de su vida los pasó ingresado en un centro psiquiátrico. No dejó de dibujar, pero, con el paso de los años, sus gatos cada vez iban deformándose con expresión de alarma y con colores más llamativos, síntoma del progreso de su enfermedad.
10. William Kurelek
Este artista canadiense vivió
con sus padres, inmigrantes ucranianos, en una granja, pero durante la
Gran Depresión la perdieron. A pesar de que su familia se dedicaba a la
tierra, Kurelek siempre se sintió atraído por la expresión artística.
Tanto es así que estudió en dos escuelas de arte en Toronto y en México,
y también escribió varios artículos.
Cuando vivía en Inglaterra, con 25 años, le detectaron esquizofrenia, y desde ese momento ingresó en un hospital psiquiátrico en Londres, en el que pintó su obra más famosa, «The maze» («El laberinto»), donde nos enseña sus problemas psíquicos y tristes pensamientos.
El presidente del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Heidelberg (1933-1945), Carles Scheneider explicó
que en las producciones creadoras de los esquizofrénicos puede
reconocerse «que la unidad inferior de la conciencia no es abolida
durante el curso de la enfermedad esquizofrénica, sino que sólo es
transformada» porque «si fuese de otro modo, en la esquizofrenia sería
imposible cualquier tipo de creación artística», cita recogida en el
libro «Esquizofrenia y Arte» de Leo Navratil.
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