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EL TEMOR
El temor es una emoción
dolorosa, excitada por la proximidad de un peligro, real o imaginario, y
acompañada por un vivo deseo de evitarlo y de escapar de la amenaza.
Es un
instinto común a todos los hombres, del que nadie está completamente libre.
La conducta del hombre y sus
actitudes ante la vida están condicionadas en gran medida por esos temores
que brotan de nuestro interior en grados tan diversos que van desde la
simple timidez hasta el pánico desatado, pasando por la alarma, el miedo y
el terror.
En casi todas las motivaciones
humanas subyace algún tipo de temor que frena y condiciona nuestros actos.
Este hecho ha sido largamente conocido y aprovechado, a través de los
tiempos, por algunos hombres para ejercer dominio sobre otros.
Las doctrinas
religiosas, con diablos de fuego y azufre para castigar a los malos y la
inmensa crueldad de algunos tiranos, constituyen algunos ejemplos validos de
una variada gama de "abusos del terror" que ha ido metamorfoseándose hasta
adquirir formas más suaves en nuestros días.
El temor normal puede ser
saludable hasta cierto punto, puesto que, a veces, pavimenta el camino del
propio progreso, ayuda a preservar la vida o actúa como estímulo en el
cumplimiento del deber.
El problema es que el hombre
teme en exceso. Teme por su propia vida, por su buen nombre y posición, por
su familia y por sus posesiones. A medida que adquiere bienes, fama y poder,
adquiere también el temor a perderlos y eso conlleva la constante
preocupación de velar por su salvaguardia, lo que le convierte en víctima de
su propia ambición. Quien posee, teme.
Esta es una debilidad común, en
distintos grados, a todos los hombres.
Existe otro tipo muy común de
temor que es imaginario o "irracional". Es un miedo irreal que constituye un
grave problema para el individuo y, muy a menudo, se convierte en el factor
que predispone para que la desgracia imaginaria que uno teme, se produzca
realmente.
Tal puede suceder, por ejemplo, al conducir un coche con
aprensión.
Tampoco es infrecuente, se oye decir a los médicos, que un
paciente totalmente sano, pero temeroso de haber contraído cáncer, termine
siendo víctima de la enfermedad.
Casos más conocidos son los de estudiantes
bien preparados que fracasan en sus exámenes por causa del miedo y
nerviosismo que estos les producen.
Miedos a la oscuridad:
Algunos de estos temores
antinaturales se denominan fobias.
Quienes los padecen no se ven amenazados
por ninguna causa objetiva y próxima y, sin embargo, son incapaces de
liberarse de sus sentimientos negativos.
Los hay que temen a las ratas, a la
oscuridad, a las tormentas. Algunos tienen miedo a la soledad. Otros, a las
grandes muchedumbres (plurofobia) y muchos se espantan cuando penetran en
espacios cerrados, como túneles, ascensores, etc. (claustrofobia).
En estos casos, el temor es
para la mente lo que la parálisis para el cuerpo.
Es el principio de todos
los males, ya que los temores de un cobarde le exponen a todo tipo de
peligros.
Cuando el miedo es constante, uno pierde la confianza en si mismo
y en la propia capacidad.
Se siente incompetente y abocado al fracaso.
Además, los temores imaginarios causan enfermedades, consumen la energía del
cuerpo y producen desasosiego y pérdida de vitalidad.
Podemos distinguir claramente
dos tipos de temor: real e imaginario. El primero es debido al apego. Uno se
apega a su pluma, a su automóvil, a sus hijos o a su propia vida.
El temor
va creciendo lentamente y cada vez siente mayor miedo a perderlos.
Dondequiera que hay apego, hay temor. Dondequiera que hay temor, hay
debilidad y pacto. No es otra la razón por la que los sanniasins o
suamis, renuncian a todo deseo.
De esa forma se liberan del apego y,
finalmente, del temor. Son seres auténticamente libres. Solamente así puede
aspirarse a la Realización.
Mientras haya deseos en el corazón del hombre,
este experimentará apego y temor.
Temor imaginario:
El origen de los temores
imaginarios o neuróticos se remonta, a menudo, a la infancia. La mente del
niño es muy impresionable y plástica.
Las semillas del temor pueden
permanecer latentes o dormidas en su mente subconsciente y germinar más
adelante hasta convertirse en fobias.
Los padres y profesores tienen una
gran responsabilidad durante la educación del niño.
Jamás deben decirles
nada que pueda asustarles.
Por el contrario, deben contarles historias en
las que sean resaltadas la generosidad y el valor.
Así pondrán en sus mentes
semillas positivas que puedan germinar en grandes virtudes.
Para conquistar el temor es
preciso, en primer lugar, enfrentarse a él.
El hombre teme más a lo que
desconoce.
Si una persona siente miedo de hablar a otra, debe mirarle
descaradamente al rostro. Su temor se desvanecerá.
Quien sea cobarde, ha de poner
semillas de valor en su corazón. Lo positivo siempre se impone a lo
negativo.
Concentrándose en la cualidad opuesta, el temor finalizará por
desaparecer.
La introspección es también de
una gran ayuda.
Si uno se sienta tranquilamente y reflexiona, los temores
imaginarios se desvanecen. Es preciso aprender a discriminar.
Algunos psicólogos opinan que
no puede existir una ausencia absoluta de temor y que sólo pueden
conseguirse ciertos logros en su conquista.
La teoría es aceptable, si se
tiene en cuenta en limitado campo de experiencia de dichos psicólogos, común
a la inmensa mayoría de los hombres.
Mientras el individuo se desenvuelva en
un plano de dualidad, el temor es ciertamente inconquistable hasta sus
últimas consecuencias.
Pero, aseguran los Upanishads, "un sabio que tenga el
Conocimiento de Brahman (experiencia transcendental) está libre de todo
temor".
Es un hecho que la conducta
humana está casi siempre inspirada en la ignorancia y el temor, pero no es
menos cierto que puede estarlo también en la sabiduría y el amor.
Puerto de la Cruz,30.11.2015
Escribidor Ameteur
Miguel Ariza Cabello
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