Vida y la Muerte Están Inseparablemente Unidas Entre Sí
COMIENZA LA VIDA
La muerte pertenece tanto a la vida como la vida pertenece a la
muerte.
Ambas no pueden existir sin la otra, puesto que la una es tan
dependiente de la otra como el estar despierto y el dormir. Y así como
el sueño entra sin que el ser humano lo pueda evadir, así también entra
la muerte al final de los días, tanto si la persona lo desea o no.
Sin
embargo, durante su vida, ella apenas o casi nunca piensa en ello, y ni
qué decir de los sentimientos que pueden surgir con respecto a la
muerte.
Los pensamientos al respecto se expulsan completamente de la
conciencia, a pesar de que sería mejor reflexionar a fondo sobre ello
para entender el verdadero sentido de la muerte, ya que de ese modo se
volvería también claro el sentido de la vida.
Pero de ninguna manera,
ningún pensamiento y sentimiento va en esa dirección, y esto aún cuando
las personas se confrontan diariamente con las malas noticias de
guerras, crímenes, accidentes, asesinatos y catástrofes que cuestan la
vida a millares.
Con toda evidencia muchas personas parecen
creer que la muerte sólo alcanza a los otros, pero no a la propia
persona.
Sin embargo, precisamente ese no es el caso y no es correcto,
pues todos los seres humanos tienen cuerpos materiales que están
igualmente integrados al proceso de envejecimiento y al carácter de lo
pasajero y por lo tanto fallecerán y tarde o temprano caerán en la
muerte.
Naturalmente hay una gran diferencia si una muerte sucede de
manera natural o accidental, por enfermedad o de manera violenta; sin
embargo, sea como sea, será inevitable para todas y cada una de las
personas.
Por eso el ser humano siempre debe cuidar de enfrentarse
intuitivamente y mentalmente con la inevitable realidad de la muerte, es
decir, tanto con respecto a la propia persona, como también en relación
con los parientes más cercanos y los semejantes en general.
A través de
esta forma sensata de pensar y a través de los sentimientos controlados
que surgen de ello, emerge la certeza que la muerte pertenece tanto a
la vida y también a la imparable evolución, como la vida también
pertenece a la evolución y a la inevitable muerte.
Por eso la muerte nunca debe reprimirse, sino que debe reconocerse como “una madrina” para la continuación de una vida en el más allá, a la cual la forma espiritual le abre el camino para un renacimiento.
Por eso la muerte nunca debe reprimirse, sino que debe reconocerse como “una madrina” para la continuación de una vida en el más allá, a la cual la forma espiritual le abre el camino para un renacimiento.
Por lo tanto, el ser
humano debe mirar la cara a la realidad de la muerte y reconocer su
sentido y su finalidad y concienciarse de que sólo a través de la muerte
puede suceder un progreso hacia otra vida.
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