DECIR... TE QUIERO
DECIR... "TE QUIERO".
El amor necesita su tiempo. Los sentimientos más profundos no surgen a la primera de cambio. Más bien llegan cuando dos personas se conocen bien y han pasado ya una temporada juntos. Entonces es cuando podemos evaluar los sentimientos reales que tenemos por esa persona.
Es el mejor regalo que alguien nos puede hacer. Cuesta muy poco pronunciarlo, pero, por alguna razón escondida en un pudor mal entendido, no hay muchas personas dispuestas a decirlo, al menos de forma espontánea y sincera.
Amar cada día implica compartir el presente sin ataduras y ser feliz por el simple hecho de estar juntos, por la espontánea decisión de amar libremente y con humildad. Una persona debe disfrutar del privilegio de ser uno mismo y de amar por sí mismo. Quizás la clave de cómo amar sea aceptar a la otra persona tal como es y poder actuar en consecuencia.
Cuando alguien le dice a otra persona “te quiero” está justificando su presencia en el mundo, otorgándole un rol que encierra lo mejor a lo que se puede aspirar como ser humano. Queremos que nos quieran. Podemos darle mil vueltas a la cuestión, pero siempre sucumbiremos ante el cariño expresado por alguien cercano en cuyo territorio de los afectos hemos conseguido penetrar.
Sinceramente, para decir estas palabras de amor y cariño a la persona que tanto amas necesitas valor y decisión. Hay personas que son más tímidas o tienen más temor de decir lo que sienten por miedo al rechazo.
Si nos preguntaran por los “te quiero” más importante en nuestra vida, seguramente nos referiríamos a los escuchados de boca de nuestros padres, cuando éramos pequeños; a los que oímos de nuestra pareja, cuando nos enamoramos de ella; y a los pronunciados, con media lengua, por nuestros hijos, que nos emocionaron hasta el borde de las lágrimas.
Sin amor resulta imposible vivir y el cariño es el combustible que nos alimenta a diario. Sin él estamos perdidos, así que para encontrarnos tenemos que volver a decírselo y volver a escucharlo por muchos años que hayan pasado. Es lo mejor que podemos dar y lo más sublime que podemos recibir.
Somos lo que recibimos, y si nunca sembramos expresiones de cariño, difícilmente podremos conocer la felicidad escuchándolas de aquellas personas que más nos importan
Es el mejor regalo que alguien nos puede hacer. Cuesta muy poco pronunciarlo, pero, por alguna razón escondida en un pudor mal entendido, no hay muchas personas dispuestas a decirlo, al menos de forma espontánea y sincera.
Amar cada día implica compartir el presente sin ataduras y ser feliz por el simple hecho de estar juntos, por la espontánea decisión de amar libremente y con humildad. Una persona debe disfrutar del privilegio de ser uno mismo y de amar por sí mismo. Quizás la clave de cómo amar sea aceptar a la otra persona tal como es y poder actuar en consecuencia.
Cuando alguien le dice a otra persona “te quiero” está justificando su presencia en el mundo, otorgándole un rol que encierra lo mejor a lo que se puede aspirar como ser humano. Queremos que nos quieran. Podemos darle mil vueltas a la cuestión, pero siempre sucumbiremos ante el cariño expresado por alguien cercano en cuyo territorio de los afectos hemos conseguido penetrar.
Sinceramente, para decir estas palabras de amor y cariño a la persona que tanto amas necesitas valor y decisión. Hay personas que son más tímidas o tienen más temor de decir lo que sienten por miedo al rechazo.
Si nos preguntaran por los “te quiero” más importante en nuestra vida, seguramente nos referiríamos a los escuchados de boca de nuestros padres, cuando éramos pequeños; a los que oímos de nuestra pareja, cuando nos enamoramos de ella; y a los pronunciados, con media lengua, por nuestros hijos, que nos emocionaron hasta el borde de las lágrimas.
Sin amor resulta imposible vivir y el cariño es el combustible que nos alimenta a diario. Sin él estamos perdidos, así que para encontrarnos tenemos que volver a decírselo y volver a escucharlo por muchos años que hayan pasado. Es lo mejor que podemos dar y lo más sublime que podemos recibir.
Somos lo que recibimos, y si nunca sembramos expresiones de cariño, difícilmente podremos conocer la felicidad escuchándolas de aquellas personas que más nos importan
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