sábado, 19 de diciembre de 2015
HISTORIA DE GIBRALTAR %"España tiene una espina clavada desde hace 311 años"
El Peñón de Gibraltar se ha caracterizado siempre por la importancia estratégica del Estrecho del mismo nombre, boca de entrada y salida del Mediterráneo y .
Después de trescientos treinta y cinco años de la devastación de la antigua Algeciras (1369-1704) y a tan sólo veinticinco años de su reconquista (1344- 1369) a tanta costa rescatada del poder musulmán por el muy glorioso y enérgico Rey de Castilla y de León Don Alfonso XI “El Justiciero”, cae nuevamente en poder musulmán, reinando el mayor de sus hijos bastardos Don Enrique II de Trastámara. Las piedras de sus demolidas murallas, Alcazar, Mezquitas, Palacios y viviendas en devastadora confusión y hacinamiento, fueron los únicos e imperturbables testigos de la entrada en nuestra vecina plaza de Gibraltar del ejército Norteafricano que en 1410 la arrebatan al Rey de Granada en cuyo poder estaba.
A partir de 1478, el nombre de Algeciras no aparece en la Historia de nuestro País, murió la que fuera en tiempos pasados una espléndida ciudad, otros pueblos heredaron sus tierras, y su nombre quedó solamente en el recuerdo pretérito de los hechos nacionales.
Algeciras alcanzó engrandecimiento y esplendor a costa de la invasión árabe. Reintegrada esta a su seno por espacio de seiscientos treinta y tres años (711-1344). Y luego, cuando contados trescientos treinta y cinco años de su destrucción por el Sultán de Granada Mohammed V (1369-1704), otro nuevo suceso iba hacer resurgir de sus propias cenizas a la antigua ciudad de Algeciras.
Gran cambio se experimentó en España después del reinado de los Reyes Católicos. El comienzo del de la Casa de Austria aún fue reflejo del anterior en poder e influencia internacional, pero los tres últimos monarcas -Felipe III, Felipe IV y Carlos II- llevaron al País a una cierta decadencia aun cuando lograron mantener el Imperio de ultramar.
Agonizante el último Rey de la Casa de Austria Don Carlos II “El Hechizado” y no teniendo hijos este monarca, comenzaron las ambiciones para heredar la corona. Se formaron en la corte dos partidos: uno partidario de Francia y el otro de Austria.
Luis XIV fundaba sus pretensiones en haberse casado con María Teresa, hermana de Carlos II, y el Emperador austriaco Leopoldo, en que había contraído matrimonio con la otra hermana Margarita.
Uno y otro partido deseaban evitar la reunión de dos coronas importantes por temor a que esto perturbase el equilibrio europeo. Por ello presentaban como a candidatos a Felipe, duque de Anjou, hijo segundo del Delfín de Francia y nieto de Luis XIV, y el Archiduque Carlos, hijo segundo del Emperador Leopoldo.
Ocioso es decir que en la corte se recurrió a toda clase de intrigas por los patrocinadores de las candidaturas mencionadas. Doña Mariana, la reina madre y el conde Oropesa, trabajaban a favor de Austria y el cardenal Portocarrero y el inquisidor general Rocaberti, a favor de Francia.
Mientras se desarrollaban estas cuestiones en Madrid, algunas potencias llegaron a ocuparse nada menos que del reparto de España, en el “tratado de la Haya” (1698). Luego se celebró el “tratado de Londres” en que se modificó el primer reparto a favor del Archiduque Carlos de Austria.
España rechazó con indignación tales propósitos de reparto y el vacilante rey Carlos II nombró, a instancias del cardenal Portocarrero, heredero de su trono a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, este testamento fue firmado el domingo día 3 de Octubre de 1700. Muriendo este Monarca al mes siguiente, es decir, el 1 de Noviembre de dicho año.
Una nueva dinastía venía pues a regir los destinos de nuestra nación.
A la muerte de Carlos II –último rey de la casa de Austria- pasó la corona al “duque de Anjou” con el nombre de Felipe V.
Pero esta corona fue disputada por el “Archiduque Carlos”, que creía tener mejores derechos que el Borbón para ser rey de España. Esta protesta dio motivo a lo que se llamó “guerra de sucesión”, en la que tomaron parte varias potencias europeas y duró unos trece años. Francia y España tuvieron que luchar contra Austria, Inglaterra, Holanda, Portugal y Saboya. Pero Felipe V alzó conjuntamente bandera para defender la pureza de la religión contra los ataques de la herejía. Fue el rey “católico” y esto le valió el apoyo decidido de la mayoría de los españoles.
Felipe V pasó a Italia y ganó las batallas de “Santa Victoria” y “Luzara”. Pero mientras tanto las escuadras inglesa y holandesa atacaban a Cádiz y derrotaban a la española en Vigo.
En España, tampoco la tranquilidad era completa, pues Cataluña, recordando el mal trato que había recibido de los franceses en guerras anteriores, se puso al lado del Archiduque Carlos. Igual conducta siguieron Aragón y Valencia.
Como Felipe V no podía atender debidamente a todos los puntos atacados por sus enemigos, la escuadra inglesa recorrió nuestra costa y se apoderó arteramente de Gibraltar (lunes 4 de Agosto de 1704).
La flota anglo-holandesa se presentó ante Gibraltar que sabía estaba desguarnecida, y a pesar de la heroica defensa que de la plaza hizo su Gobernador Don Diego Salinas y sus “cuatrocientos hombres”, hubo de rendirse a los 61 buques con 2.478 cañones y 15.308 hombres entre dotaciones y tropas de desembarco que conducían los barcos en este lunes 4 de Agosto de dicho año.
En este terrible bombardeo se dispararon más de 15.000 balas, tan grande fue que arruinó las defensas de la plaza y ante la imposibilidad de rechazar, ni aún de resistir por la falta de artillería y municiones, se rindió la ciudad al Landgrave representante del Archiduque Carlos de Austria que fue proclamado “Rey de España, enarbolándose su pabellón en la fortaleza”. Unas horas más tarde, el Almirante de la escuadra inglesa (ADMIRAL SIR GEORGE ROOKE), por un atrevido impulso y no respetando órdenes, sustituía el pabellón austriaco por el británico, proclamando que quedaba la ciudad por la reina Ana de Inglaterra.
Don Francisco María Montero, en su documentada Historia de Gibraltar y su Campo, nos narra así este trágico y lamentable suceso:
“La salida de los vecinos ofreció un triste y penoso espectáculo. Unos corrían por los campos sin rumbo ni norte, otros se guarnecían en las viñas y cercados, otros iban a buscar refugio en las ocultas chozas de los montes, y muchos caían muertos de hambre y de cansancio víctima del ardiente sol canicular. Quien llamaba con agudos y desgarradores gritos al hijo extraviado. Quien cargaba sobre sus hombros a su anciana madre rendida por los años. Las mujeres y los niños cubrían los aires con sus amargos ayes y lamentos, y todo era miseria, lágrimas y desesperación”.
Estos honrados y fieles vasallos, tenían jurado por Soberano a Felipe V, y antes que vivir bajo el injusto y brutal yugo de otro pueblo, preferían la miseria, y hasta la muerte, en el exilio.
Este fue el acontecimiento histórico que dio nueva vida, que hizo renacer de sus propias cenizas a la ciudad de Algeciras.
La mayor parte del vecindario con el Ayuntamiento y el Pendón, se detuvo a corta distancia de la perdida ciudad al abrigo de una Ermita dedicada a San Roque, una minoría se estableció al amparo de otra consagrada a San Isidro, y el resto se acogió, buscando la protección divina de la Madre de Dios, a una Capilla que con la advocación de Nuestra Señora de Europa, erigido en el emplazamiento de la antigua Algeciras, terrenos que fuera de los Señores de Gálvez, vecinos de Gibraltar.
Esta porción del fidelísimo y heroico vecindario de la perdida ciudad, que abandonó sus hogares, sus bienes y hasta las veneradas cenizas de sus antepasados, por no vivir sometidos al yugo invasor. Esto dio un nuevo giro a las calcinadas ruinas de la Al-Yazirat-Al-Jadra, cimentándose en su derruido solar la actual ciudad de Algeciras.
Y así fue el comienzo del surgimiento de las ciudades de San Roque y Los Barrios y el resurgimiento de la antigua Algeciras.
La Línea de la Concepción tal como dice la historia, tiene su orígen en la denominada “Línea de contravalación de la Plaza de Gibraltar” o mejor dicho “Línea de Gibraltar”, cuya construcción fue ordenada por el rey de España Felipe V, según proyecto del director de ingenieros militares marqués de Verboom entre los años 1730 y 1735, con el fin de defender el istmo y cortar toda comunicación por tierra con Gibraltar, después de los dos intentos de recuperarla por la fuerza de las armas, ésta será demolida el viernes 2 de Febrero de 1810 por voladura realizada por los propios ingleses. A causa del conflicto napoleónico España se alía con Gran Bretaña en lucha contra el poder de Napoleón, en estas circunstancias el entonces Gobernador de Gibraltar Campbell, alegando razones defensivas para dicha plaza, puesto que un ejército francés se aproxima al Campo de San Roque y pudiera utilizar los fuertes de La Línea contra Gibraltar.
Es a partir de 1814, cuando se supone que comienza a surgir el primer núcleo civil tras las ruinas de la “Línea de Gibraltar”, asentamiento civil que años más tarde se conocería como “Línea”. A los 56 años de estos asentamientos es decir, en 1870, los vecinos de esta aldea solicitaron la segregación del término Municipal de San Roque, la parte del territorio que correspondía a este Cantón Militar que entonces constaba de 330 vecinos incluyendo al propio alcalde pedáneo.
Gibraltar era una ciudad española más. Su Ayuntamiento estaba compuesto por trece Regidores, representantes de unos vecinos que eran dueños absoluto de la villa y de los terrenos colindantes, es decir, del Campo Llano de Gibraltar (dividido hoy día en los términos municipales de La Línea de la Concepción, Algeciras, San Roque, Los Barrios y Tarifa). La fortaleza radicada en el Peñón era en cierto modo capital política de una zona tan extensa como alguna provincia española. La ciudad tenía cinco mil habitantes, contando con un magnífico puerto que la protegía del mar, refugio seguro contra los vientos de Levante.
El tratado de Utrecht no cerró definitivamente las aspiraciones españolas de recuperar la plaza. En tres ocasiones se efectuaron distintos intentos militares por expulsar a las tropas inglesas, pero sin resultado positivo. Los tres intentos se llevaron a cabo en el mismo siglo XVIII: 1705, 1727 y en 1779. La ocasión más propicia fue el Gran Sitio de 1779. Transcurría entonces la guerra de la Independencia de los Estados Unidos de América y Gran Bretaña se hallaba acosada en distinto frentes. Tanto Francia como España apoyaban la independencia de las colonias británicas. Fue en esta coyuntura cuando Carlos III, que regía por aquel entonces la monarquía española, decidió poner sitio a la plaza.
En 1704 se perdió Gibraltar, desde entonces el Peñón ha permanecido estrechamente ligado a la problemática del país, a su desgraciada historia y también a sus desastres.
Como decíamos, el renacer de Algeciras está vinculado con esta espinita que tiene “España” clavada en un costado, de la cual lleva sangrando 311 años ¿Cuántos quedarán aún?
Algeciras Junio de 2001
Lo publiqué en la revista de feria de "La Peña El Barrio"
Juan León Espinosa
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