LA MANIPULACIÓN
SOCIAL,
NUEVA ESCLAVITUD DEL HOMBRE
NUEVA ESCLAVITUD DEL HOMBRE
Qué
es la manipulación
En
el mundo de la comunicación social la inmoralidad tiene un nombre propio a la
vez que muy común: «manipulación».
¿Qué
manipulación?
Originariamente
la palabra manipulación ha tenido desde siempre un significado concreto y bien
preciso: manipular es tratar o elaborar con las manos. Sólo el hombre era el
sujeto propia y típicamente manipulador. Con su genio creador y el dominio que
su inteligencia le proporciona sobre el universo entorno, el hombre
manipula las cosas para transformarlas, elaborarlas, modificarlas y convertirlas
en instrumentos adecuados a los fines que se propone. Así, la palabra quedó
acuñada para un uso restringido al campo de las praxis correspondientes a
diversas ciencias (médica, física, química, farmacológica...) así como a
las técnicas de utilización de ellas derivadas.
Este
sentido original y hasta hace poco más de un siglo único para la palabra en
cuestión, se basaba en un supuesto introvertible: la dualidad tajante entre
sujeto/objeto, persona/ cosa. Sólo el hombre es capaz de manipular, como único
sujeto capaz de proyectar su creatividad sobre las cosas. Y sólo las cosas
pueden ser manipulables, ofrecidas
pasivamente como objetos susceptibles de manipulación.
Carlyle,
por primera vez, en 1864, utiliza la palabra en conexión con el problema de un
influjo innoble sobre los electores. Comienza ahí un deslizamiento semiótico
de la palabra. El hombre ya no es sólo manipulador, sino también susceptible
de manipulación. El manipulador inmanipulable se percibe ahora a sí mismo como
objeto de manipulación. La dualidad tajante sujeto/objeto se diluye en torno al
concepto de manipulación. El hombre puede ser a la vez sujeto y objeto de
manipulación. El hombre puede ser manipulado, programado, controlado desde
fuera de sí mismo. La soberanía inapelable de su dignidad y libertad se
desmorona.
Ya
no hay pues sólo una manipulación. La carga significativa del vocablo ha
desbordado el campo de lo mecánico y físico para invadir también el campo de
lo antropológico y social. La manipulación del hombre, la manipulación social
son las que constituyen la inmoralidad en el campo de la comunicación social.
¿Qué
es manipulación?
El
uso de la palabra manipulación aplicada al campo crítico-social se ha
convertido frecuentemente en un abuso. Se ha transformado en un arma fantasmal
para descubrir dialécticamente al adversario, apoyándose en la fuerza social
de una palabra tabú. Este término tiene que ver no tanto con el conocimiento
objetivo cuanto con el interés, y nos referimos al interés del hombre de
ciencia cuando se trata de defender sin grandes esfuerzos una postura preferida o
de inmunizarla contra todo argumento crítico por medio de la utilización de
fórmulas vacías; o bien al interés del político cuando trata igualmente de
descalificar a la oposición con la ayuda de tópicos de gran efecto popular,
imposibilitando así el diálogo serio sobre un problema. Nos hallamos aquí
ante uno de los muchos ejemplos en los que el uso repetido e irreflexivo de una
palabra la ha vaciado plenamente de su contenido, convirtiendo la discusión en
un combate fantasmal, en vez de discusión argumentada. En pocas palabras: nos
hallamos ante un capítulo serio de patología social (1).
Todo
esto, claro está, no significa que la denuncia de manipulación en el ámbito
crítico-social esté vacía de contenido o se reduzca a un mero fantasma social
a la moda. Significa, sencillamente, que hay que ser cautos y críticos a la
hora de hablar de la manipulación social, sin dejarse llevar de tópicos o
fáciles lugares comunes.
Las
fronteras del concepto no están delimitadas definitoriamente. Descriptivamente
-por acercarnos de alguna manera al contenido de la manipulación- diríamos que
tiene una cierta equivalencia con la retórica, el arte de persuadir, convencer,
adoctrinar, reprimir, etc., en lo que se refiere al campo de la persona in-.
dividual; y con la publicidad, la propaganda, la programación y planificación
social, el control, la «ingeniería social», la explotación o la demagogia en
lo que concierne al ámbito de la sociedad general. Como muestra esta lista,
ciertamente no completa, de conceptos estrechamente emparentados y no claramente
delimitados entre sí, el concepto de manipulación abarca prácticamente todo
el conjunto de técnicas de influencia social, excluida únicamente la
utilización de la fuerza bruta (2).
Sin
embargo, no toda influencia social es manipulación. Pensar tal cosa sería
introducirse ingenuamente en el campo de los que han tabuizado la palabra por la
vía de la absolutización. La posibilidad de la manipulación social ha de
combinarse con la posibilidad y el derecho a la influencia social. Toda sociedad
madura y democrática se basa no sólo sobre el derecho de libertad de
expresión, sino también, entre otros muchos, sobre el derecho a la influencia
social. En los extremos de la patología social se hallan, por un lado la
manipulación social del hombre, y por otro la incomunicación. La comunicación
sociales influencia, y la influencia puede tornarse manipulación. Pero sin
comunicación ni influencia social no hay sociedad, o, a lo más, una sociedad
de incomunicación, que no es verdaderamente humana. ¿Cuándo la comunicación
y el derecho a la influencia social se convierten en manipulación del hombre?
Diríamos
que lo que caracteriza y contradistingue a la manipulación sobre la mera y
aséptica comunicación o influencia social reside en su carácter oculto o
subrepticio por parte del agente y la inconsciencia por parte del sujeto
(-objeto) paciente. La manipulación social se da allí donde se descarta toda
consciencia crítica por parte del manipulado. El hombre no percibe el ataque.
Los estímulos de la manipulación permanecen ocultos a la conciencia. Crean una
falsa conciencia, a partir de la cual la víctima de las prácticas de
manipulación cree que ha tomado una decisión racional y personal.
Manipulación y conciencia de manipulación no son compatibles ni simultaneables
en el mismo sujeto y sobre el mismo aspecto. Donde empieza la conciencia de
manipulación allí comienza a retroceder ésta: sólo puede persistir en forma
de violencia física o moral, pero asumida o sufrida conscientemente. Por
ejemplo: no pueden considerarse honradamente víctimas de la manipulación
social por la vía de la pornografía aquellos que son conscientes precisamente
de que constituye un poderoso resorte de agresión social manipuladora. Sarna
con gusto no pica, pero no deja de ser sarna. Sin embargo, manipulación con
conciencia crítica no es ya manipulación sufrida, sino esclavitud consentida y
claro signo de esquizofrenia vital. Y lo que decimos de la pornografía
podríamos aplicarlo igualmente al consumo -con la tan cacareada y actual
crítica de la sociedad de consumo- o a otros muchos aspectos sociales. En una
sociedad tan contradictoria como la que vivimos hay que abandonar la demagogia
-otra forma de manipulación- hay que llamar a las cosas por su nombre: hay
mucho de manipulación pero hay también mucho de esclavitud consentida y
saboreada. La verdaderas crítica y denuncia de manipulación comienza por la
liberación de sí mismo de toda esclavitud, primero por la toma de conciencia y
acto seguido por la puesta en práctica de la libertad.
Manipulación
y consumismo
El
problema del capitalismo avanzado instalado hoy en Occidente es el de la
superproducción. Se produce mucho más de lo que corresponde a las necesidades
reales de la sociedad. Y es preciso dar salida a la producción para que no se
rompa el equilibrio económico capitalista. Así, el capitalismo se ha visto
obligado a educar al hombre de manera que éste se sienta obligado a poseer la
última mercancía que ha salido al mercado, la última novedad. Se le educa
incluso a dar a los productos consumidos una duración cada vez menor: aparecen
los artículos de «quita y pon», los artículos cosechables. La industria de
lujo deja lugar a la industria de masas: es preciso poner al alcance de las
masas consumidoras los artículos más sofisticados, para favorecer en todo lo
posible un sostenido ritmo de celeridad en el proceso productivo. Las
posibilidades expansivas del nuevo capitalismo hacia el exterior son limitadas.
Por ello, el ciclo productivo-reproductivo se basa ahora no en la expansión
hacia afuera, sino principalmente en la intensificación y potenciación de las
necesidades artificiales del individuo (3).
La
publicidad comercial, tal como ahora la conocemos es un producto típico del
capitalismo avanzado. Su forma actual no va más allá de la segunda guerra
mundial. En la Europa del capitalismo en ciernes, la publicidad era raramente
practicada y pasaba por algo plebeyo a
inmoral. Sombart (4) señala que «durante largo tiempo la publicidad comercial
fue considerada como despreciable, esto es, la alabanza y la referencia a las
ventajas especiales que una empresa podía mostrar con respecto a las demás.
Como el colmo de la indecencia mercantil era considerado el anuncio de que se
vendía a precios más baratos que la competencia».
Hoy
día, sin embargo, la publicidad, con su agresividad competitiva
característica, es uno de elementos de defensa y sostenimiento del capitalismo.
Su papel es el de la educación de las masas, el sometimiento del hombre a los
imperativos del consumo, la creación de necesidades artificiales, la
manipulación del hombre en definitiva. J. K. Galbraith confiesa: «que
determinadas necesidades son, en efecto, el resultado de la producción, es algo
que hoy sólo es negado por científicos poco serios; la producción crea las
necesidades que quiere satisfacer, no sólo pasivamente, por medio de la oferta
competitiva, sino también activamente, por medio de la publicidad y prácticas
análogas». Ya antes lo había dicho Marx: «a través de la producción es
creado no solamente el contenido del consumo, sino también el tipo de consumo,
no sólo objetiva, sino también subjetivamente. La producción crea el
consumidor».
La
publicidad se ha convertido para el capitalismo en su arma privilegiada de
acción de cara a la manipulación social. En Alemania, por ejemplo, en 1965 los
costos de publicidad absorbieron a casi el cuatro por ciento del producto
social. En los Estados Unidos los costes de
publicidad se elevaron en 1966 a más de 16.000 millones de dólares.
La
eficacia manipuladora de la publicidad no se basa solamente en su aspecto
cuantitativo, sino también en su agresividad cualitativa. Lo que convierte a la
publicidad en un arma psicológicamente temible es que no se contenta con
presentar el producto tal como es para divulgar su conocimiento. Busca provocar
la compra y presionar sobre el consumidor. Los responsables de las agencias de
publicidad han estudiado las motivaciones. Han realizado llamadas a la
psicología profunda. Han descubierto que el comprador no se lanza a los
productos de consumo sólo para satisfacer unas necesidades directas, sino para
ayudarse en la tarea afanosa de reforzar la imagen que se ha creado sobre su
personalidad y en la de presentarse ante la sociedad con una figura importante.
Cuando
un hombre o una mujer se compran un automóvil no intentan solamente procurarse
un medio de transporte rápido y cómodo. Buscan satisfacer una cierta idea del
mundo que ellos llevan en el fondo de su personalidad y que les produce
satisfacción poner en conocimiento de los demás. El joven que circula por las
autopistas y adelanta a los otros automóviles conduciendo un descapotable
deportivo, en compañía de su bella amiga, no busca solamente circular más
rápidamente de un lugar a otro. Busca experimentar sensación de velocidad o de
poder. Busca la coincidencia con una cierta idea que él se ha hecho sobre lo
que debe ser un joven de hoy. En la contemplación de sí mismo se reencuentra
con la idea que tiene de la elegancia y el confort. De esta forma recibe
confirmación su éxito social. Se adhiere
entonces a una cierta imagen que se ha hecho de su propia persona en función
del conformismo social.
Los
agentes publicitarios han descubierto que, psicológicamente, no se vende
solamente el producto sino otras muchas cosas. Así, venden erotismo a los
enamorados, símbolos a los arribistas, afectos a los sentimentales, violencia a
los jóvenes, etc. Por otra parte han montado para cada producto una campaña a
fin de convencer a los compradores eventuales de la excelencia de los productos
fabricados por las grandes empresas. Los anuncios publicitarios se preparan con
rigurosos estudios sobre las motivaciones. Sus resultados son enormemente
efectivos (5).
Ciertamente
nada hay más intencionado que los anuncios publicitarios, y hoy, el americano
adulto medio se ve asaltado por un mínimo de 560 mensajes publicitarios cada
día (6). Hoy día, todo ciudadano adulto, e incluso todo adolescente ha
tematizado alguna vez en su reflexión el hecho de la manipulación social por
medio de la publicidad. Todos saben que la lógica del lenguaje de la publicidad
no responde a la objetividad de las cualidades reales del producto anunciado.
Todos saben de las necesidades artificiales creadas por la publicidad. Pero
ésta continúa siendo un arma enormemente efectiva a escala macrosocial. La
manipulación social que lleva a cabo puede verificarse empíricamente. La
agresividad empleada y los objetivos de eficacia perseguidos hacen caer a la
publicidad en el recurso a unos resortes cada vez más bajos y antiéticos. Todo
el mundo lo sabe y es consentido como un imperativo comercial normal. La moral
del menor esfuerzo, el culto a un consumo irracional e incesante, y la
glorificación de los instintos más groseros del hombre, tematizada explícita
y descaradamente en la publicidad no puede dar como resultado sino un nombre
manipulado, alienado, masificado, cortado por un mismo patrón de antemano
planificado, un hombre sometido sumisamente a los intereses de los que poseen
los resortes del poder de la publicidad.
Manipulación
y medios de comunicación social
La
comunicación es una de las realidades y categorías fundamentales de la
sociedad avanzada moderna. La comunicación se inserta en el primer puesto de
los valores de la dinámica social. Hoy día ha adquirido unas proporciones
hasta ahora desconocidas. Los recursos técnicos puestos a su alcance han
llegado a convertirla sociedad moderna en «una conversación continua», una
comunicación incesante.
La
comunicación facilita ante todo la información. Esta se ha convertido a su vez
en uno de los valores más cotizados y prestigiosos. No se puede decir que se
pertenece realmente a esta sociedad si no se está en posesión de una fuente de
información constante y abundante. Para cualquier cosa, para la más pequeña
ópción es preciso y necesario disponer de la más copiosa información
posible.
En
esta situación, todos los pensadores están cada vez más de acuerdo en
que el punto neurálgico de influencia y control de nuestra sociedad y de la
sociedad del futuro radicará, durante mucho tiempo, en los centros de
producción y control de la información. Y con la influencia y el control
viene, aparejada inevitablemente, la manipulación social.
Los
medios de comunicación social actuales han invadido la vida social y personal.
Actualmente, en los Estados Unidos, el tiempo medio empleado por los adultos en
la lectura de periódicos es de cincuenta y dos minutos al día. La misma
persona que dedica casi una hora a los periódicos pasa también algún tiempo
leyendo revistas, libros, carteles, recetas, instrucciones, marbetes de latas de
conserva, anuncios de los envoltorios del desayuno, etc. Rodeado de letra
impresa, «ingiere» de 10.000 a 20.000 palabras impresas al día, entre las
muchísimas más que le son presentadas. La misma persona emplea, probablemente,
una hora en escuchar la radio... Si escucha el noticiario, la información
comercial, los comentarios u otros programas parecidos, oirá, durante este
período, otras 11.000 palabras más. Y si pasa unas cuantas horas viendo la
televisión, podemos añadir otras 10.000 palabras, más una serie de imágenes
visuales cuidadosamente ordenadas y altamente intencionadas (7).
En
los Estados Unidos, la encuesta reciente del Instituto Nielser muestra que los
niños en aquella nación pasan más horas delante de h televisión que ante los
maestros y profesores. En concreto, los niños en edad preescolar dan un
promedio de cincuenta y cuatro horas de televisión por semana -más de lo
transcurrido por el padre en el trabajo o los hermanos en clase-. Antes de ingresar
en párvulos, ha digerido ya de 3.000 a 4.000 horas de televisión y cuando
abandona la Universidad ha estado más horas ante la pequeña pantalla que en
las clases. Por su parte, el adulto norteamericano dedica 60 horas al año al
tocadiscos, 800 a la radio y 1.360 a la televisión. Es decir, 90 días y 90
noches de ruido por año: una cuarta parte de su tiempo.
¿Cuál
es la situación en España? Un estudio realizado por el Gabinete de
Investigación de Audiencia de RTVE, confeccionado a base de 16.000 entrevistas
entre los meses de noviembre y diciembre de 1976 indica que los españoles
dedican una media alta de tiempo a la visión de los programas televisivos.
Refiriéndose concretamente a los grupos de población «varones activos de más
de 30 años» y «mujeres inactivas de igual edad» (grupos que, juntos,
componen el 60 por 100 de la población total), el informe señala que estos
grupos dedican respectivamente 3 horas 17' y 3 h. 5' a ver la televisión cada
día. Durante las comidas la pequeña pantalla acompaña a la mayoría de los
españoles y entre las 21 y las 23 horas es también mayoría el número de
españoles que día tras día, sin ninguna selección de los programas, se
sienta a ver pasar las imágenes. El 77 por 100 de los jóvenes ven también
diariamente la televisión y llega al 89 por 100 los que la ven habitualmente
cada semana.
En
concreto, en España tenemos 188 emisoras con las siguientes horas de emisión
mensual: 70.712 habladas, 27.963 musicales, 42.748 informativas, 5.595
recreativas y literarias y 8.374 publicitarias. En cuanto a televisión tenemos
cuatro millones de receptores, y en cuanto a las horas de emisión mensual: 120
horas de programas directos, 13 de programas en conexión con el extranjero, 400
de programas filmados, 124 de programas informativos, 32 de programas
publicitarios (8).
La
proporción de almacenamiento por el hombre de conocimientos útiles sobre sí
mismo y sobre el Universo fue en aumento desde hace 10.000 años. Esta
proporción se elevó bruscamente con el invento de la escritura, pero a pesar
de ello continuó progresando con deplorable lentitud durante siglos. La
invención del tipo movible por Gutemberg en el siglo xv supuso un nuevo salto.
Antes de 1500 y según los cálculos más optimistas Europa producía libros al
ritmo de 1.000 títulos al año. Esto significa que se habría necesitado, más
o menos, todo un siglo para producir una biblioteca de 100.000 volúmenes.
Cuatro siglos y medio más tarde, en 1950, la proporción había crecido hasta
el punto de que Europa producía 120.000 títulos al año. Lo que antaño
requería un siglo, se realizaba ahora en sólo diez meses. En 1960, sólo un
decenio más tarde, se había dado un nuevo e importante salto, en virtud del
cual aquel trabajo de un siglo podía completarse en siete meses y medio. Y a
mediados de los años sesenta la producción de libros a escala mundial,
incluida Europa, se acercó a la prodigiosa cifra de mil títulos diarios. Hoy,
el número de periódicos y publicaciones científicas, lo mismo que la
producción industrial en los países adelantados, se dobla cada quince años.
Actualmente, sólo el Gobierno de los Estados Unidos produce 100.000 informes al
año, aparte de 450.000 artículos, libros y documentos. En el campo mundial, la
literatura científica y técnica crece en una
proporción de unos 60 millones de páginas al año (9). No hace falta aportar
más datos acerca de la importancia y el poder que la comunicación y la
información han adquirido en la sociedad actual.
Los
medios de comunicación social son hoy día la fuente principal de creación de
la opinión pública. Y la opinión pública y su creación dinámica son como
la conciencia colectiva de la sociedad. El influjo de la opinión pública sobre
los particulares es, evidentemente, decisivo, máxime en una sociedad masificada
como la nuestra. Por ello, una de las mayores potencialidades de manipulación
social actual radica en los centros de producción y control de la información
y de la comunicación.
Los
profesionales de la comunicación y de la información disponen de numerosos
efectos que, aun no directamente pretendidos, pueden provocar una clara
manipulación social. Aludamos con T. M. Garret (10) solamente a algunos: la
simplificación, el relieve y el ritmo.
Los
medios de comunicación social tienden a simplificar los problemas tanto por las
limitaciones de espacio y de tiempo cuanto porque la complejidad y el
refinamiento intelectual darían por resultado la eliminación de grandes
sectores del auditorio popular. Aun en una nación que haya alcanzado un
alto grado de educación, la mayor parte de la población no está preparada
para seguir unos análisis de alto nivel. En el caso de los medios de
comunicación con proyección comercial esta exclusión de grandes sectores del
posible auditorio significaría una reducción de los ingresos, ya que es precisamente
auditorio lo que estos medios de comunicación venden a los patrocinadores. La
raíz del problema no está sólo en el motivo del lucro sino en la naturaleza
misma de los medios y en el nivel del auditorio.
Los
medios de comunicación sirven para que destaquen ciertos problemas o
individuos, al darles mayor publicidad o relieve. Incluso los comentarios
desfavorables a un individuo pueden servir para darle prestigio ,y notoriedad.
Un gángster o una actriz cinematográfica de vida turbia pueden sacar mucho
provecho de esta publicidad o relieve que se les otorga. Esta capacidad de los
medios de comunicación les sirve igualmente para apartar la atención del
público de otros asuntos. Los gobiernos, por ejemplo, prefieren que las malas
noticias salgan a la luz pública cuando los medios de comunicación están
dispersando la atención por otros campos. Los jóvenes revolucionarios, por
el contrario, tratan de provocar sucesos dramáticos para atraer la atención de
los medios de comunicación y, mediante éstos, la del público.
El
ritmo de los cambios y la rapidez de las reacciones por el simple procedimiento
de acortar el tiempo necesario para transmitir y difundir un mensaje es otro de
los efectos a disposición de los medios de comunicación para ejercer su
influjo en la reacción del auditorio. El factor tiempo puede ser manejado como
un medio de control por quienes desean crear un estado de inquietud social igual
que por quienes traten de conseguir que el público aleje su. atención de
determinados asuntos.
Por
este poderoso poder de influjo social y manipulación del hombre, los medios de
comunicación social han dejado de ser hace mucho tiempo
un simple servicio ingenuo de información. Pueden decirse incluso que tras
ellos ya no están simplemente empresas comerciales. Hace mucho tiempo que los
poderosos y los no poderosos se percataron de la carga de poder que encerraban
en sí mismos y libraron y siguen librando duras batallas por el control de los
mismos, que implica a la postre un influjo y un poder por la manipulación
social. Las ideologías militantes y los colectivos políticos crean o
conquistan medios de comunicación para hacerse su hueco y sus adeptos en la
sociedad. El mismo poder político de los gobiernos interpreta como uno de los
mejores medios de ejercer y conservar el poder el controlarlos, lo cual llega a
su máxima evidencia en los regímenes totalitarios, sean de izquierdas o de
derecha. La historia última y contemporánea está llena de ejemplos
fehacientes al respecto. La estructura, la organización y los monopolios
actuales en el campo de las agencias internacionales de prensa es otro mundo
característico que no podemos abordar ahora. Las emisoras explícitamente
creadas para la propaganda política de cara a los países de ideología
contraria es otro caso típico. En España sufrimos o hemos sufrido ejemplos
bien claros de esto: Radio Liberty fue creada por la CIA en 1949 y tiene sus
instalaciones en la provincia de Gerona, y Radio España Independiente» nació
en julio de 1941, dirigida por Dolores Ibárruri. Esta última emisora se
despidió de sus oyentes el 14 de julio del año pasado y su último director,
Ramón Mendoza, regresó del exilio pocos meses más tarde.
El
resultado de la manipulación social a través de los medios de comunicación
social es sabido: la par,ticipación en la sociedad y en la marcha
de la historia se reparte tan desigualmente que mientras unos se reservan las
decisiones y el control, otros quedan reducidos a la única posibilidad de
someterse masiva, pasiva e inconscientemente a las consignas dadas desde el
poder de la comunicación social.
Para
un juicio cristiano de la manipulación social
La
manipulación social, tal como hoy se registra en la sociedad moderna, ha de ser
calificada como un hecho nuevo y un hecho mayor. Se trata de un hecho nuevo
porque nunca como ahora había sido detectada, observada, consentida y
pretendida. Nunca como ahora había sido estudiada minuciosamente la estructura,
la posibilidad, los recursos, los resortes, las leyes ocultas de la
manipulación del hombre, de su planificación, programación y control. Se
trata también de un hecho mayor, porque ya no es algo reducido a un ambiente, a
un sector humano, a un lugar geográfico, sino que abarca al hombre en cuanto
tal, pretendidamente buscado como colectividad social.
A
la hora de emitir un juicio sobre la manipulación social es ineludible una
matización claramente específica: una cualificación expresamente negativa, un
anatema moral. Pues manipulación no significa una mera influencia o ejercicio
de poder como tales, sino una forma del todo específica, irracional, de ejercer
la influencia y el poder. Es el ejercicio del poder sin legitimación, sin
autoridad (11). La manipulación social es la más grosera de las formas de esclavización
del hombre, tanto porque trata precisamente de desposeerle de lo que le es más
propio y característico (su inteligencia, su libertad y su conciencia) cuanto
porque de hecho no abarca a individuos aislados sino al conjunto social.
Estamos, sin duda, ante un caso claro de inmoralidad social.
Las
raíces de esta inmoralidad o pecado social no ha de ser buscadas de manera
simplista únicamente en la mala voluntad de los que detentan el poder: también
depende de las estructuras mismas sociales así como de la connivencia y
consentimiento de los mismos sujetos que son objeto de manipulación.
Por
una parte, es evidente y hoy resulta incontestable la existencia de auténticos
centros de poder donde se decide, se programa y se planifica la manipulación
social del hombre.
Por
otra parte, los estudios sicosociológicos afirman claramente la invasión de
las zonas más íntimas de la persona por parte de las influencias que ejercen
las estructuras socíales por el mero hecho de vivir en sociedad. Karen Horney,
desde el sicoanálisis social afirma: «la circunstancia de que, en términos
generales, la mayoría de los individuos de una cultura afronta idénticos
problemas, nos impone la conclusión de que éstos son creados por las
condiciones específicas de vida que reinan en aquélla. Además, el hecho de
que las fuerzas motivadoras y los conflictos de otras culturas sean distintos de
los problemas que presenta la nuestra, nos permite colegir que tales problemas
no son inherentes a la naturaleza humana. A1 hablar de una personalidad
neurótica de nuestro tiempo no sólo queremos decir que existen neuróticos con
peculiaridades esenciales comunes a todos ellos,
sino
también que estas similitudes básicas son, esencialmente, producto de las
dificultades que reinan en nuestro tiempo y en nuestra cultura» (12). El mero
hecho de vivir en una sociedad, en un tiempo y en una cultura -circunstancias
absolutamente inevitables -nos influye poderosamente. Buena parte del problema
de la manipulación social radica ahí, por lo que hay que ser cautelosos a la
hora de atribuirlo todo a malas voluntades o centros de decisión.
Por
otra parte, como ya habíamos aludido al principio de nuestro artículo, hay que
destacar que cono mucha frecuencia y con no poca intensidad en las masas
manipuladas no están ausentes actitudes de connivencia, consentimiento y
complicidad con la manipulación social.
La
manipulación social ha de ser considerada claramente como una inmoralidad o
pecado social y, como tal, el cristiano ha' de luchar contra este pecado social.
Ello supone para el cristiano tener conciencia de que. se trata de algo que
desborda el campo subjetivo de la individuali. dad o las buenas intenciones.
Supone la toma de conciencia de que es toda un sistema el que produce y repra~
duce esta inmoralidad. Y supone soy bre todo una clara actitud crítica para
evitar que su actitud rebelde o revolucionaria sea «reabsorbida o recuperada
hábilmente por el sistema manipulador.
El
cristiano -y todo hombre lúcido- ha de considerar que mucha: de las
actitudes, valores y mentalidades en curso en nuestra sociedaa nos resultan
«normales» y ajenas a todo
escándalo sólo por fuerza de la costumbre, la indoctrinación o la
manipulación social.
Toleramos
los mayores dramas y pecados colectivos con una pasmosa frialdad. «No concibo
cómo toleramos, entre todos, la locura colectiva y suicida de la carrera
armamentista, de los presupuestos militares y de represión. Me parece un
reconocimiento de hecho de la humana insensibilidad universal el que podamos
asistir -con esa naturalidad tan diplomática o tan providencialista- a los
espectáculos macabros del Vietnam y de Biafra y de los millones de muertos de
hambre en Asia y en el mundo y a los genocidios y etnocidios de tantos pueblos.
No sé cómo explicarme que toleremos que los Gobiernos y los Trusts hagan lo
que bien entiendan de los bienes y las vidas de los pueblos; y que la Iglesia
quiera «dialogar», a veces tan asépticamente con tanto poder explotador...
Creo que hoy sólo se puede vivir sublevadamente. Y creo que hoy sólo se puede
ser cristiano siendo revolucionario, porque ya no basta "reformar" el
mundo» (13). Estar en el mundo sin ser del mundo se traduce -decía Girardi-
por estar en el sistema sin ser del sistema. La lucha y la rebeldía contra la
manipulación social es un imperativo que arranca tanto en la dignidad, del
hombre cuanto de la fe en el evangelio.
José
María Vigil
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