1. Parábola del Árbol Caído
" Érase una vez un árbol que vivía de puntillas sobre el suelo.
Este árbol ponía una sonrisa en primavera,
cuando brotaban sus tallos, alegría en verano cuando maduraban sus frutos y
nostalgia en otoño cuando se iba quedando desnudo.
Un invierno vinieron unos hombres serios y
lo cortaron.
El árbol vio como lo arrancaban de aquel
trozo de tierra y lo llevaron.
Era un árbol fuerte y valiente, que
resistió hasta en su misma muerte, y es que sabía lo que es aguantar el azote de
la arena que llevaba el viento y el soplo helado de la noche que congela hasta
la savia.
No dejó escapar ni una sola queja cuando lo
cortaron. Tan sólo cayó de él una pequeña lágrima que fue a caer en el hueco que
dejó en la tierra.
Nadie se dio cuenta, pero con el paso del
tiempo, de aquella lágrima creció otro árbol que también era fuerte.
Un día, los hombres que cortaban los
árboles, se dieron cuenta de que el árbol nuevo que había crecido, tenía forma
de ave. Y quedaron asombrados, porque nunca habían visto cosa igual.
Tanto les llamó la atención, que se
acercaron a él para cortarlo.
Pero antes de dar el primer hachazo, el
árbol se echó a volar y sus hojas temblaron como plumas al viento.
Los hombres que cortaban árboles avisaron a
un cazador. Disparó y cayó muerto el árbol al vuelo, empapando la tierra con las
gotas de sangre que manaban de su herida.
Al año siguiente una arboleda grande crecía
en aquel lugar. Cada gota de sangre había llegado a ser un árbol que se
levantaba hacia el cielo con las raíces clavadas en la tierra.
Cuando el niño terminó de hablar, el
caminante le preguntó:
" ¿ Quién te ha enseñado ese cuento ? "
" Mi abuelo es el árbol en forma de ave, al
que mataron de un disparo. Yo he nacido de su sangre .... "
Cuando el niño se marchó moviendo los
brazos en forma de alas, el caminante quedó sorprendido y pensando en otra
historia que él tenía olvidada .... "
2. Jorge Manrique a la muerte de su padre
(s. XV)
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se llega la muerte tan callando:
cuán presto se va el placer,
cómo después de acordado da dolor,
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado fue mejor.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos y más chicos;
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos
Este mundo es el camino para el otro,
que es morada sin pesar;
más cumple tener buen tino
para andar esta jornada sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos descansamos.
Este mundo fue bueno o malo
según nos fue en nuestro camino,
lo mejor de la vida es cada momento
vivido, esa es la vida.
Seguiremos viviendo en el corazón
de nuestros hijos.
Los placeres y dulzores
d'esta vida trabajada que tenemos,
¿ qué son sino corredores,
y la muerte la celada en que caemos?
No mirando a nuestro daño
corremos a rienda suelta sin parar;
desde que vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
No gastemos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la realidad de la vida;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera, clara y pura,
de querer morir no quiero ya que es locura
locura para seguir conduciendo a mi predecesor,
y se defienda en la vida, esa es mi locura.
nos dejó harto consuelo su memoria.
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