Mi pareja no me comprende
“Mi
pareja no me comprende” es una queja constante en mi consultorio. Muchas
veces mis pacientes me dicen: “por más que intento que mi pareja me
valore, que vea lo que hago y que me valore, no hace nada al respecto.
Más bien parece que se está enfocando en demeritar y devalorar todo lo
que estoy haciendo.(José Morales).
Mi pareja no me comprende
La sensación de que tu pareja no te
comprende tiene mucho que ver con la claridad, fíjate bien, con la
claridad con la que tú estás exponiéndole a tu pareja qué es lo que
deseas. Ya sé que esto suena un poco difícil y raro, pero te voy a decir
una cosa: la realidad es que hombres y mujeres pensamos muy distinto y
ese pensamiento nos lleva a actuar de manera diferente.
Algo que te podría ayudar a entender el
por qué no te sientes comprendida por tu pareja sería ver: ¿te has
sentado a comentar este tema? y ojo con lo que te digo, te hablo de
comentar no de reclamar, porque un reclamo es algo muy diferente pues
implica enojo y resentimiento. Ahora si estás enojada no es el mejor
momento para hablar del tema con tu pareja. Espera unos segundos o
minutos o busca un momento oportuno en el que te sientas tranquila para
poder hablar con tu pareja.
Y otra cosa, en el tema de las dinámicas
de la pareja pues todos, tanto tú como él, tienen una parte con la que
colaboran. Tú haces unas partes, no porque te toque o sea tu obligación,
simplemente porque es tu contribución a participar en estas dinámicas
de la pareja. Igual él hace su parte complementaria.
¿Qué logra esto? pues una pareja
complementaria, que está enriqueciendo, que están creciendo y que
sustancialmente están avanzando en la vida fortaleciendo la estructura
de su relación. Ahora, si me dices “ya me cansé de decirle de mil
maneras, que me siento abandonada” pues vamos viendo cómo te has
comunicado con tu pareja. Por ejemplo, si tu marido es fanático del
futbol y tú eliges hablar en el momento en el que está el partido, pues
está complicado que él te ponga atención porque él ya tenía todo
orquestado para ver el futbol. Y no se trata de que tú valgas menos solo
de que él ya tenía un plan.
Pero si le dices “¿podemos hablar un
momento?” y el te dice que sí, pueden quedar de acuerdo para hablar
fuera de distracciones, de televisión o de cualquier evento. Una vez
lograda su atención empiezas a plantearle los temas y, ojo, utiliza
términos como:
- oye, me he dado cuenta
- está pasando esto
- ya viste esto
- me preocupa esta parte
- es que tú siempre haces esto
- ya me cansé
- por más que te digo
- por más que te grito
- te lo digo de una manera o de otra, pero tú no me prestas atención.
Aquí ya estamos hablando de un reclamo y
te estás metiendo en muchísimas complicaciones. Te invito a que valores
esta parte y veas cómo está afectando la comunicación con tu pareja.
Cuando estamos reclamando a nuestra
pareja es muy difícil llegar a un arreglo. Cuando tu intención es que él
se de cuenta de algo, pero utilizas palabras de reclamo van a aumentar
los problemas porque él se siente atacado.
Sí es importante que cuides las
palabras, que te preguntes ¿qué quiero lograr? para que elijas las
palabras adecuadas. El éxito de la comunicación inicia contigo, entre
más específica y clara seas con las palabras que usas, describiendo
exactamente cómo te sientes y que quieres, vas a obtener mejores
resultados.
Transforma el “mi pareja no me
comprende” por “qué estoy transmitiendo” y mejora la relación que tienes
con cualquier persona gracias a la correcta comunicación.
El lenguaje político, especialmente el de la izquierda, pero también
en el PP, repite los tópicos tan feministas, especialmente aquello de
ciudadanos y ciudadanas, tan socorrido. Los discursos de Rubalcaba se
alargan a costa de repetir cada sustantivo en ambos géneros. Y esto no
deja de representar un problema, porque, en teoría, el feminismo se
impone, peor en la práctica nadie se lo cree.
Lo cierto es que el feminismo ha conseguido hacer odiosa la mujer a los ojos del hombre. Y, en esto, pagan justas por pecadoras. Y ojo, cuanto más varonil menos amigo de artificios, por tanto, más lejana le resulta la fémina. Algo novedoso, me temo, en la historia, y algo, seguro, terrible en el presente.
Ahora mismo, la idea del varón es la de Wodehouse cuando aseguraba que la felicidad del hombre estriba en todo lo que pueda alejarse de las mujeres. Lo malo es que Wodehouse lo decía en broma mientras que el varón del siglo XXI, harto de una mujer quejumbrosa y permanentemente reclamadora, empieza a pensar que la hospitalidad del sexo femenino no es pago suficiente para comprometerse con una mujer de por vida.
Sí, el feminismo siempre acaba en lesbianismo y durante el recorrido hacia la tortillería se ha convertido en un coñazo insoportable para el varón: la mujer es la santa, el varón el demonio, la mujer tiene derecho a todo, derechos que hay que recortarle al varón, triturador de hembras.
Al final, la opción de los varones es alejarse cuanto más de la mujer, cosa que ésta no puede soportar. Insisto; llamamos a las mujeres el ‘sexo débil’, no porque sean inferiores al varón sino por una de sus grandes virtudes: necesitan sentirse estimadas o caen en la depresión. ¿Y cómo estimar a quien no hace otra cosa que reclamar, quejarse e insultar?
Y lo peor y más visible: se pretende que el hombre crea y defienda la tontuna feminista que los hechos niegan ante sus ojos con monótona languidez: que la mujer es acreedora natural a todo derecho porque es víctima de todos los abusos. Como no se le puede obligar al varón a aceptar lo que sus ojos niegan, se recluye, acepta formalmente y trata de tener con la mujer el menor trato posible.
Piénsenlo: es otra de las tragedias creadas por la mayor estupidez de los tiempos modernos, el feminismo, barbaridad homicida (sí, hablo de los diferentes tipos de aborto y del odio a la maternidad), con patente de corso. Todo varón sabe que el feminismo es una injusticia en esencia y toda mujer sensata también. Lo que ocurre con muchas mujeres actuales actúan según la famosa definición del grandísimo Arzallus, cuando describía la situación de Euskadi bajo los zarpazos de Eta: “Unos menean el nogal y otros recogemos las nueces”.
Otros y, sobre todo, otras. Pero al final, serán los mismos quienes paguen las consecuencias de tanta necedad feminista: el elemento masculino y el femenino. Los hombres, porque se pierden todos los efectos positivos de la feminidad –que son muchos- y del compromiso con una mujer, pero, sobre todo, las mujeres, que ven como el hombre, o bien les instrumentaliza sexualmente, mucho más que en el pasado ‘machista’, o bien evitan muy educadamente, todo contacto con ellas, más allá de lo estrictamente imprescindible.
El feminismo ha llevado a la mujer de 2013 al siguiente dilema: “O utilizada o despreciada”. Y ha creado una mujer desamorada; por desamorada, desmoralizada; por desmoralizada, degenerada; por degenerada, desquiciada”. La mujer de ahora mismo, probablemente la más infeliz de toda la historia moderna. ¡Joé con la liberación!
Es muy triste, pero me temo que es verdad.
Cuando los hombres se cansaron de las mujeres.
Lo cierto es que el feminismo ha conseguido hacer odiosa la mujer a los ojos del hombre. Y, en esto, pagan justas por pecadoras. Y ojo, cuanto más varonil menos amigo de artificios, por tanto, más lejana le resulta la fémina. Algo novedoso, me temo, en la historia, y algo, seguro, terrible en el presente.
Ahora mismo, la idea del varón es la de Wodehouse cuando aseguraba que la felicidad del hombre estriba en todo lo que pueda alejarse de las mujeres. Lo malo es que Wodehouse lo decía en broma mientras que el varón del siglo XXI, harto de una mujer quejumbrosa y permanentemente reclamadora, empieza a pensar que la hospitalidad del sexo femenino no es pago suficiente para comprometerse con una mujer de por vida.
Sí, el feminismo siempre acaba en lesbianismo y durante el recorrido hacia la tortillería se ha convertido en un coñazo insoportable para el varón: la mujer es la santa, el varón el demonio, la mujer tiene derecho a todo, derechos que hay que recortarle al varón, triturador de hembras.
Al final, la opción de los varones es alejarse cuanto más de la mujer, cosa que ésta no puede soportar. Insisto; llamamos a las mujeres el ‘sexo débil’, no porque sean inferiores al varón sino por una de sus grandes virtudes: necesitan sentirse estimadas o caen en la depresión. ¿Y cómo estimar a quien no hace otra cosa que reclamar, quejarse e insultar?
Y lo peor y más visible: se pretende que el hombre crea y defienda la tontuna feminista que los hechos niegan ante sus ojos con monótona languidez: que la mujer es acreedora natural a todo derecho porque es víctima de todos los abusos. Como no se le puede obligar al varón a aceptar lo que sus ojos niegan, se recluye, acepta formalmente y trata de tener con la mujer el menor trato posible.
Piénsenlo: es otra de las tragedias creadas por la mayor estupidez de los tiempos modernos, el feminismo, barbaridad homicida (sí, hablo de los diferentes tipos de aborto y del odio a la maternidad), con patente de corso. Todo varón sabe que el feminismo es una injusticia en esencia y toda mujer sensata también. Lo que ocurre con muchas mujeres actuales actúan según la famosa definición del grandísimo Arzallus, cuando describía la situación de Euskadi bajo los zarpazos de Eta: “Unos menean el nogal y otros recogemos las nueces”.
Otros y, sobre todo, otras. Pero al final, serán los mismos quienes paguen las consecuencias de tanta necedad feminista: el elemento masculino y el femenino. Los hombres, porque se pierden todos los efectos positivos de la feminidad –que son muchos- y del compromiso con una mujer, pero, sobre todo, las mujeres, que ven como el hombre, o bien les instrumentaliza sexualmente, mucho más que en el pasado ‘machista’, o bien evitan muy educadamente, todo contacto con ellas, más allá de lo estrictamente imprescindible.
El feminismo ha llevado a la mujer de 2013 al siguiente dilema: “O utilizada o despreciada”. Y ha creado una mujer desamorada; por desamorada, desmoralizada; por desmoralizada, degenerada; por degenerada, desquiciada”. La mujer de ahora mismo, probablemente la más infeliz de toda la historia moderna. ¡Joé con la liberación!
Es muy triste, pero me temo que es verdad.
Habra opiniones para todos los gustos.
Puerto de la Cruz, a 12 de enero de 2016
(Escribidor Amateur)
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