Los primeros pobladores de las Islas Canarias
Las
Islas Canarias forman un archipiélago de origen volcánico situado en el
océano Atlántico y que está compuesto por un conjunto de siete islas
principales, las cuales ordenadas de oeste a este son: El Hierro, La
Palma, La Gomera, Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote.
Esta última, la más cercana a África, está situada a una distancia de
unos 95 kilómetros de sus costas.
El primer documento escrito con una
referencia directa a Canarias se debe a Plinio el Viejo, que cita el
viaje del rey Juba II de Mauritania a las islas en el año 40 a.C., y se
refiere a ellas por primera vez como “Islas Afortunadas”. La presencia
más antigua del ser humano en el archipiélago canario parece que se
remonta hasta el siglo V a.C., aunque en la isla de Lanzarote, la más
próxima al continente africano, se han encontrado algunos restos del
siglo X a.C. A los habitantes canarios anteriores a la conquista
española de finales del siglo XV se les denomina “guanches”. Los
primeros aborígenes canarios procedían de grupos del norte de África,
que llegaron en oleadas sucesivas en busca de nuevas tierras en las que
asentarse. La aportación bereber fue la demográficamente dominante. Sin
embargo, no eran expertos navegantes y muchos de los que alcanzaban las
islas lo hacían al azar; además, los vientos, las corrientes y las
mareas hacían posible la llegada a las islas, pero dificultaban su
abandono. También hubo población proveniente de otras culturas; hay
indicios de la presencia fenicio-púnica, cuyos primeros síntomas se
detectan ya en Lanzarote y en Tenerife, y posteriormente, en torno al
cambio de Era y el siglo I d.C., está documentada la presencia de los
romanos. Un yacimiento arqueológico es el de la Isla de Lobos, en
Fuerteventura. Todos ellos contribuyeron a la llegada de población de
origen norteafricana. El nombre de Islas Canarias es originario del
pueblo de Canarii, uno de los grupos étnicos bereberes del norte
africano y que fue el origen de los habitantes más antiguos del
archipiélago.
Los asentamientos se produjeron
habitualmente junto a fuentes y manantiales, que aseguraba el
abastecimiento constante de agua. Estos lugares tomaron la forma de
poblados constituidos por edificaciones construidas generalmente con
paredes de piedra, techo vegetal y planta circular. También había
viviendas en cuevas, naturales y algo menos artificiales excavadas,
sobre todo en lugares altos y de difícil relieve. Antes de la conquista
no existía una unidad política y en cada isla existía un conjunto de
pueblos independientes entre ellos. La comunicación entre los grupos de
las distintas islas era escasa, algo en lo que influía bastante su poca
destreza en la navegación. Pero tenían rasgos étnicos y culturales
comunes entre sí y con los bereberes del norte de África.
La economía de los antiguos isleños se
basaba en la agricultura y la ganadería. Era una economía muy básica,
con medios rudimentarios y basada en el autoconsumo de cada grupo
humano. La agricultura se fundamentaba en los cereales, sobre todo trigo
y cebada, con los que se elaboraba el tradicional gofio que aún hoy es
típico. En la ganadería predominaba los animales introducidos del
continente africano: la cabra, la oveja, el cerdo y el perro. De todos
ellos se consumía su carne y el perro además tenía función de guardia.
La actividad económica se completaba con la caza ocasional, la
recolección de frutos, el marisqueo y la pesca a pequeña escala.
La organización social se basaba en
distintos grupos que se distinguían por su diferente nivel de riqueza
según la cantidad de recursos económicos de los que disponían, sobre
todo tierras y ganado. A su vez, existían jefes o monarcas que ejercían
el poder en demarcaciones territoriales de diverso tamaño. La religión
era politeísta, basándose en el culto a elementos naturales, sobre todo a
los astros y entre ellos principalmente al Sol. Se han encontrado
también ídolos fabricados de barro. El sistema de enterramiento habitual
en todas las islas era el de la momificación de los fallecidos, que
luego se depositaban en cuevas naturales o en túmulos, siendo este
último método utilizado principalmente en Gran Canaria y que podía ser
muy simple (amontonamiento de piedras sobre el cuerpo) o muy complejo
(gradas, torreón central y departamentos interiores). Los cadáveres se
disponían en posición de decúbito supino, casi siempre sobre lajas,
sobre un manto vegetal o, a veces, sobre esterillas. Se agrupaban en
auténticos panteones colectivos. Junto con los cadáveres se colocaban
ofrendas de cereal, de leche y otros productos diversos.
Durante muchos años, hasta el siglo
XIII, hay muy pocas referencias a las Islas Canarias. Aunque se sabe que
fueron visitadas por los musulmanes y que recibieron expediciones del
Mediterráneo dedicadas a la piratería, pero pocas embarcaciones se
aventuraban a penetrar en el océano Atlántico. Sin embargo, desde
finales del siglo XIII parece que comenzó el redescubrimiento de las
islas por los europeos. Eran sobre todo portugueses, castellanos,
catalanes, mallorquines y genoveses. Este proceso estaba dentro de la
expansión europea por el Atlántico, facilitada por los avances en la
navegación, con el objetivo de abrir nuevas rutas de comunicación. No
obstante, el proceso conquistador propiamente dicho se desarrolló
durante prácticamente todo el siglo XV y se realizó, en líneas
generales, en dos fases distintas. En la fase inicial, comenzada en el
año 1402, se conquistaron las islas menos pobladas y que opusieron una
baja resistencia: El Hierro, La Gomera, Fuerteventura y Lanzarote. Las
solían efectuar nobles europeos que emprendieron la ocupación como una
empresa particular, obteniendo derechos señoriales o feudales sobre las
tierras y pueblos conquistados. En la segunda fase se conquistaron las
islas restantes: La Palma, Tenerife y Gran Canaria. En este caso se
implicaron directamente los Reyes Católicos y las pusieron bajo su
control señorial y político.
La conquista de las Islas Canarias
concluyó en el año 1496. Desde aquel momento su desarrollo y referentes
políticos, sociales, económicos y culturales estarán ligados a los de
España. A su vez, supuso el fin de la cultura y las formas de vida
aborigen, aunque algunos de sus rasgos persistirán para irse diluyendo
con el paso del tiempo, aunque todavía hoy quedan diversos elementos
característicos de su pasado en el lenguaje, artesanía, gastronomía,
religión, etc. A partir del siglo XVI se asentaron en el archipiélago
canario pobladores de distinta procedencia, principalmente españoles,
pero también destacaron los portugueses, italianos, franceses, ingleses,
irlandeses y flamencos. Estaban atraídos por las posibilidades que
ofrecían las islas, sobre todo en la participación en los circuitos
comerciales atlánticos entre América y Europa, el abastecimiento de
mercancías y la explotación de las tierras de cultivo.
Se fue produciendo un mestizaje humano y
cultural producto de múltiples influencias que dio lugar a la sociedad
canaria moderna. La cultura canaria ha recibido, en mayor o menor
medida, aportaciones de los tres continentes bañados por el Atlántico:
África, América y Europa. Las islas han sido durante siglos tierra de
arribada, escala, intercambio, inmigración y emigración. Todas estas
aportaciones se han ido arraigando a las características de las islas y
sus gentes, para formar una identidad cultural rica y diversa. En ella
confluyen tres elementos fundamentales: un sustrato guanche de origen
bereber, la aportación básica europea, y finalmente, el influjo
americano, producto de las relaciones comerciales y migratorias con
Latinoamérica. En las Islas Canarias están catalogados cientos de
yacimientos arqueológicos de distinta categoría anteriores a la época
prehispánica.
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